La Loba Y El Dragón

Hoy comenzaba mi nuevo trabajo, a diferencia de otras noches, dormir no se me hizo tan complicado. Esta vez las pesadillas no habían sido tan fuertes como otras veces y para las 9.30 ya estaba lista para que Rumi me viniese a buscar. Niz ya se había ido al colegio y Nana se encontraba limpiando las habitaciones, a veces había querido ayudarla, pero con un palo de escoba en la mano, me hizo entender que ese era su trabajo y que no necesitaba ayuda. Todavía me río cuando me acuerdo, Nana enojada era peor que madre, aunque cómica.

Espero que el día de frutos- me dijo cuando vino a la cocina a buscar unos productos de limpieza.

Solo espero que nada salga mal- le dije encogiendo mis hombros, mi único miedo era que esto las pusiera en peligro, ya no podía perder a nadie más.

La bocina del auto de Rumi nos sacó de la burbuja, le di un suave beso en la mejilla y me fui a trabajar. El viaje fue en silencio, para despistar a los Yakuza, Rumi decidió que tanto a mí como a mi compañero nos pasaría a buscar por nuestras casas, de esa manera no sospecharían nada, lo malo es que primero recogía al chico, por ende no podíamos hablar tranquilos, ni planear nada.

Llegamos a una mansión que me recordó a donde vivíamos nosotras, era un lugar enorme con una entrada de hierro y una calle de piedras que daba directo a una gran fuente de agua delante de la entrada, según sabía nosotros ingresábamos por el costado, así que en vez de dejar el auto adelante, los de seguridad nos hicieron seguir por una pequeña calle al costado de la casa.

El trabajo era sencillo, llegábamos a las 11, preparábamos el almuerzo para la 1 de la tarde, limpiábamos, nos íbamos y regresábamos a las 7 de la tarde para hacer la cena. El desayuno y la merienda estaban a cargo de otro grupo de cocineros. Los menús de comida los elegía Rumi basado en la lista que le habían dado de ingredientes, no podíamos usar nada que este fuera de esa lista.

Los viernes y sábados, nos habían dicho que normalmente había reuniones, así que ambos grupos se unían para cocinar, y también una de las reglas era que por más que algún miembro de la familia no comiera, nosotros siempre cocinábamos para seis personas.

Ese mismo día supe que la familia se componía de el señor Lee y su joven esposa, su hijo, al que ya había conocido en el restaurante y su otro hijo, junto con su mujer y su pequeño. Nos avisaron que el niño normalmente era de pasarse horas en la cocina porque amaba ver como trabajaban, no tocaba nada ni molestaba, solo se la pasaba sentado en un taburete mirando todo y haciendo preguntas.

Si mal no recuerdo, el nombre de los hermanos Lee era, Hank el mayor y casado, médico de la familia y Neo el que ya conocía y que seguía en el trono a su padre. La servidumbre nos contó muchas cosas y debo decir que era bueno saber con quienes iba a tratar hasta que el restaurante estuviese terminado o quizás hasta que la antigua cocinera volviese a sus actividades.

El pequeño se sentó en la silla mientras pelaba las verduras, no tenía más de seis años y su manera de ser me recordó a Niz cuando aún tenía alegría en su vida.

Entonces ¿usas eso para cocinar?- me pregunto mientras señalaba la cofia de mi pelo.

Es una manera de evitar que el pelo se caiga en la comida- le dije sonriendo.

Mi tío dice que siempre hay que tener cuidado con lo que se come- decía mientras me seguía mirando.

Pues tiene mucha razón- le contesté.

Eres muy hermosa- me quedé mirándolo un rato hasta que me percate de que Neo estaba apoyado en el marco de la puerta.

Pues gracias, pequeño- le dije sin volver a mirar al otro hombre.

Leo te busca tu madre- la voz gruesa de Neo retumbó en la cocina. Pude ver como Rumi cambiaba de lugar conmigo para que no quedara dentro del radar visual de él.

Si ya voy- el pequeño bajo de la silla y se fue por la gran puerta.

Seguimos cocinando como si estuviésemos solamente nosotros tres en la habitación, lo cierto es que tampoco había mucho que hablar con una persona como él y yo ya sabía que tenía que pasar desapercibida.

Se le ofrece algo señor Lee- dijo Rumi en cuanto empezó a apoyar los platos en la mesada, aún faltaba un poco para que la comida estuviese lista.

Estoy esperando a que terminen de poner la comida en los platos- dijo mientras ingresaba con ese caminar tan engreído. Por suerte no era necesario el contacto visual con él y yo podía seguir de espaldas mientras revolvía el contenido de las ollas y condimentaba todo.

Luego de 40 minutos más o menos, todos los platos de la mesada estuvieron llenos de diversas comidas, la gran mayoría eran con cerdo, pero antes de que las sirvientas vinieran a llevarlos, él las detuvo.

Quiero que pruebes un poco de cada plato- me estaba hablando a mí cuando sabía perfectamente que el chef era quien probaba todo, le dedique una severa mirada, pero pronto note que la orden debía ser acabada rápidamente, Rumi se tensaba a mi lado.

Como guste- dije sacando un tenedor del cajón de los cubiertos.

Una vez que probé un poco de cada plato, él permitió que fuesen llevados a la mesa, la verdad me daba asco el solo pensar que en sí habían sido contaminados con mi saliva, pero si él estaba conforme, me daba exactamente igual.

Empecé a limpiar lo más rápido posible, me molestaba estar allí y saber que debería volver en la noche me hacía sentir asqueada, era tan idiota si pensaba que los envenenaríamos en su propia casa, o sea, entendía su desconfianza, pero tres o cuatro veces al mes tenía sus reuniones en el restaurante y jamás había pasado algo así, que mosca le había picado para empezar a desconfiar de nosotros de esa manera.

Una vez que terminamos, dejamos todo listo para la noche y Rumi dejo una lista de cosas que iba a necesitar para hacer la cena, el ama de llaves, le explico que en la tarde se harían las compras correspondientes, ya que todos los productos debían ser frescos. Nunca me enteré si les gustó el almuerzo, aunque siendo francos poco me importaba, lo único que quería era irme de ahí cuanto antes y agradecí en el alma cuando llegue a casa. Mierda esto se iba a complicar si no empezaba a agachar la cabeza ante ese imbécil.