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El Libro Maldito

El Libro Maldito

Status: En proceso
Genre:Mitos y leyendas / Romance / Terror
Popularitas:269
Nilai: 5
nombre de autor: Ana María H

_ Llego a mi casa después de un día agotador, solo quiero un baño y dormir por toda una semana. Todo está oscuro, entro sin fuerzas, camino como zombi hasta que ¡bam! caigo en el piso. ¡Mierda! He tropezado con algo. ¡¿Qué es esto?! Enciendo las luces, !!! Mi casa esta toda revuelta, faltan los muebles, no hay nada todo está vacío. Ni los electrodomésticos, ni mesas, ni sillas, no hay nada. ¿A dónde han ido mis pertenencias?, avanzo por la habitación, ¡me han robado!, ¡¿cómo sucedió esto?!

NovelToon tiene autorización de Ana María H para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Lumiel

Pero lo que aquella joven no sabía, era que ese silencio, esa oscuridad abrumadora que rodeaba su hogar no era coincidencia. Entre el cielo y la tierra aun quedan muchos misterios que descubrir, el cielo y el infierno existen y las criaturas que vagan entre ellos también. El mal añora la luz, la pureza, y la luz, oscuridad donde pueda brillar con más fuerza. Ese bosque tranquilo, apacible, ocultaba la presencia de Lumiel. Un ser tan puro como la naturaleza misma, un espíritu del bosque. No tenía forma o un cuerpo, era como una sensación o una leve brisa. En silencio observaba a esa joven solitaria en su cabaña, vendía hierbas medicinales que recogía del bosque. Algunos de los peculiares habitantes del pueblo esperaban con ansias su llegada al mercado con su gran canasta. Nadie la superaba en calidad ni en ofertas. Aquella joven tenía el talento para encontrar con facilidad las hierbas más raras, asi que en su mesa nunca faltó el pan. Sus padres habían muerto cuando era una pequeña de 12 años, desde entonces tuvo que valerse sola pero el bosque no la desamparó. Las hierbas que vendía cubrían sus gastos, su huerta siempre daba frutos, el río le daba sus mejores peces y los lobos dejaban conejos en su jardín. Nunca entendió por qué la naturaleza la trataba como parte de ella. Había animales salvajes en el bosque, se había topado con ellos más de una vez, pero nunca le hicieron daño solo pasaban de largo. Le gustaba la soledad del bosque y debido a la persecución del señor Harrison solo salía cuando era realmente necesario. Mientras ella se creía sola Lumiel la observaba, le gustaba su inocencia, su pureza. Lidia no era como esos humanos codiciosos y llenos de maldad, así que desde la distancia cuidó de ella. Poco a poco, gota a gota, se fue llenando de un sentimiento que desconocía. No quería ser solo una sombra, una leve brisa que pasa desapercibida. Quería compartir sus atardeceres, tomar su mano, clamar esa nostalgia en sus ojos cada vez que llegaba la noche, cuando silenciosamente pedía alguien con quién compartir su pedazo de paraíso. Así que por primera vez tomó forma humana, estaría en desventaja, sería más vulnerable que si fuera un espíritu, pero solo un ser de carne y hueso podía cumplir sus sueños. El proceso lo dejó algo débil, pero logró llegar hasta su puerta, Lidia en el interior de su cabaña escuchó el ruido de algo pesado al caer

Lidia: ¿qué fue eso?

Con cautela se acercó a su puerta, nunca había recibido visitas. Así que temerosa entre abrió la puerta para encontrarse con un joven desplomado en la entrada de su cabaña. Se sorprendió al ver el chico, pero su sorpresa desapareció ante la belleza de aquel hombre. Cabellos negros como la noche, cejas gruesas, nariz perfilada, labios carnosos, todo en una expresión serena como si durmiera. Pero no podía dejarlo ahí, pronto la noche caería sobre ellos. Así que con dificultad logró llevarlo dentro y arrojarlo sobre su cama.

Lidia: ¡dios! no pensé que pesara tanto, casi no lo logro. Pero su cuerpo se siente caliente.

Esa noche cuidó de él, mojaba su frente para mantener su cuerpo fresco. No se veía ninguna herida que pudiera causar su inconsciencia, asi que solo podía esperar a que despertara.

Lumiel: *¿dónde estoy? creo que llegué hasta su puerta.*

Al mirar a su costado vio a aquella joven de cabello rubio, dormida a su lado. Aún llevaba entre sus manos los paños que colocaba en su frente.

Lumiel: *no me equivoqué en escogerte, eres amable hasta con un extraño.*

Con suavidad rozó su rostro logrando que se despertara.

Lidia: ¡despertaste! ¿quién eres? ¿Cómo llegaste a mi puerta?

Lumiel: solo soy un viajero, perdí el rumbo al entrar en este bosque. Si no fuera por el humo de tu chimenea no sé que habría sido de mí.

Mintió, sabía exactamente quién y donde vivía su benefactora. La había observado por años, pero no podía decirle quién era, aún no. Solo la asustaría.

Lidia: no eres del pueblo.

Lumiel: no, no conozco este lugar.

Lidia: *nunca lo había visto, no es de por aquí pero, ¿cómo llegó hasta mi casa?* Parece que ya estás mejor, así que puedes seguir tu camino.

Lumiel: tienes razón, agradezco tu hospitalidad y tus cuidados.

Se sentía atraída hacia ese hombre misterioso, nunca había visto a alguien como él. Su rostro le pareció hermoso mientras estaba inconsciente y ahora que estaba despierto lo era aun más. Sus ojos le recordaban a un cielo despejado, pero era un extraño que apareció de la nada.

Lidia: *tienes que controlarte, ¡dios! casi me atrapa mirándolo otra vez. Pero es tiempo de que se vaya, no lo conozco, no sé de dónde salió, ni cuales son sus intenciones. Si intenta algo estoy sola en este bosque, por mucho que grite nadie vendrá en mi ayuda.*

Quería que se fuera, pero el clima en esa semana no cumplió sus deseos. Una fuerte lluvia obstaculizó sus planes, llovía torrencialmente haciendo que la estadía de su inesperado invitado se alargara. En ese tiempo, atrapados entre esas cuatro paredes, conocieron un poco más del otro. Ya no serían tan extraños, su cercanía fue creciendo sin poder evitarlo. Al principio, roces furtivos que la hacían sonrojar, sostenerla después de un traspiés "accidental", alcazar algún objeto lejos de su alcance haciéndole ser más consciente de él como hombre. En poco tiempo esa alerta que mantenía ante su presencia se fue desvaneciendo, pero no podía llover para siempre asi Lumiel lo quisiera.

Lidia: el tiempo al fin mejoró, te irás pronto ¿verdad?

Lumiel: ¿quieres que me vaya?

Lidia: no es cuestión de si quiero o no, seguramente tienes tus propios planes y un destino al cual llegar.

Lumiel: eso no responde mi pregunta, ¿te incomoda mi presencia? ¿quieres que me valla?

Lidia: al principio sí, pero me he acostumbrado a tenerte cerca. Se sentirá solitaria esta cabaña sin ti.

En tan solo una semana ese extraño hizo desaparecer la soledad de esa choza, no quería dejarlo ir. No podía ser alguien malo con una mirada tan pura.

Lumiel: entonces no dejes que me vaya.

Lidia: ¿qué?

Lumiel: lo sabes, no es posible que no te des cuenta. Sabes lo que siento por ti.

Lidia: pero... ¿Cómo sé que no me engañas o tienes otras intenciones? No te conozco lo suficiente para aceptarte y lo más desconcertante es que tu presencia me transmite paz y eso me asusta.

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