“Primero fue una obsesión... luego, una condena disfrazada de amor.”
Dayana dejó atrás su mundo para perseguir un futuro como estudiante de medicina, sin saber que su destino cambiaría con una sola mirada en un aeropuerto. Suang, un hombre frío, poderoso y marcado por la oscuridad, la quiso solo porque no podía tenerla.
La obligó a ser su esposa, no por amor, sino por capricho.
Pero con el tiempo, algo inesperado comenzó a quebrar su control: el amor. Un amor que llegó demasiado tarde.
Encerrada en una jaula de lujos, Dayana aprenderá que no todos los sentimientos salvan… algunos destruyen.
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#16
Suang se quedó recostado en la camilla, una sonrisa fría y calculadora en su rostro mientras pensaba en Dayana. No podía creer cómo ella lo había tratado, con esa mezcla de timidez y confianza que lo había dejado intrigado. Para él, era un juego, una nueva presa en su red de manipulación.
Mientras esperaba a que su colega llegara para darle instrucciones, Suang no podía evitar pensar en la forma en que Dayana se había ruborizado al mirarlo. Era como si ella fuera una flor delicada, pero él sabía que las flores más bellas eran las más fáciles de marchitar.
De repente, escuchó un golpe en la puerta y se enderezó en la camilla. -Adelante- dijo con una voz firme y autoritaria.
La puerta se abrió y un hombre entró en la habitación. -Señor Suang, soy el doctor Lee- dijo con una sonrisa. -He venido para evaluar su herida y darle instrucciones para su cuidado.
Suang asintió con desdén y se recostó nuevamente en la camilla. -Por favor, doctor- dijo, su tono cargado de impaciencia. -Quiero saber qué pasó con mi herida.
El doctor Lee comenzó a examinar la herida de Suang, asintiendo y murmurando para sí mismo. -La herida es grave, pero no es mortal- dijo finalmente. -Necesitará descansar y cuidar la herida durante las próximas semanas.
Suang asintió, sintiendo una leve satisfacción al saber que tendría tiempo para planear su próximo movimiento. -Gracias, doctor- dijo con una voz fría. -Me aseguraré de seguir sus instrucciones.
El doctor Lee sonrió y se despidió de Suang. -No hay problema, señor Suang- dijo. -Si necesita algo, no dude en llamarme.
Cuando el doctor Lee se fue, Suang se quedó solo en la habitación, pensando en Dayana como un nuevo objetivo a conquistar. La forma en que ella lo había tratado le parecía un desafío emocionante que estaba dispuesto a aceptar.
Dayana salió de la habitación de Suang, sintiendo un torbellino de nervios en su interior. La cercanía de él la había puesto inquieta; había algo en ese hombre que la atraía, pero al mismo tiempo gritaba peligro y eso la asustaba un poco. Mientras caminaba por el pasillo, su mente no podía dejar de dar vueltas a lo que había sucedido.
No solo le había hablado, algo que estaba prohibido en el hospital, sino que además ella le había respondido de una manera poco amable. Recordar su tono cortante la hacía sentir aún más nerviosa. La idea de que Suang pudiera quejarse de ella la atormentaba. No quería problemas ni llamar la atención; su trabajo era lo más importante.
Se detuvo un momento, apoyándose contra la pared, intentando calmar su corazón acelerado. La forma en que él la miraba, con esa intensidad casi palpable, la hacía sentir expuesta. Era como si pudiera ver a través de ella, descifrando sus pensamientos más profundos. Esa mezcla de fascinación y miedo era desconcertante.
Decidida a arreglar las cosas, Dayana pensó que al día siguiente le llevaría el desayuno. Era una manera de pedir disculpas y quizás suavizar las cosas entre ellos. Tal vez así podría borrar esa interacción incómoda y evitar cualquier posible queja. Sin embargo, mientras planeaba su estrategia, no podía evitar preguntarse si realmente quería acercarse a él o si era mejor mantener distancia.
se sentó en la sala de descanso del hospital con sus colegas, pero su mente seguía regresando a Suang. Cada vez que pensaba en lo que había dicho y cómo lo había tratado, un nudo se formaba en su estómago. Sabía que debía tener cuidado; ese hombre podía ser tanto un misterio fascinante como una fuente de problemas. Y aunque sabía que debía mantenerse alejada, no podía evitar sentir una extraña necesidad de reconciliarse con él.
Dayana llegó a la habitación de Suang con una mezcla de nervios y determinación. Al tocar la puerta, escuchó su voz clara y profunda diciéndole "adelante". Con la cabeza un poco baja, empujó la puerta y entró. La imagen que encontró la dejó sin aliento: Suang estaba de pie junto a la cama, sin camisa, su piel bronceada brillando suavemente bajo la luz del día.
Sintiendo cómo las manos le empezaban a sudar, trató de mantener la compostura.
—Buenos días —logró tartamudear, sintiendo que el corazón le latía con fuerza en el pecho.
Mientras se acercaba a la mesita para dejar el desayuno, sus pensamientos se agolpaban en su mente. Al colocar el tazón de frutas y el café, decidió que era el momento de disculparse.
—Quería disculparme por cómo le hablé ayer —dijo en un tono nervioso, sin atreverse a mirarlo directamente.
Pero Suang no se quedó en su lugar. Se acercó a ella de forma amenazante, cerrando la distancia entre ellos. Dayana sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras él se plantaba frente a ella, solo un par de pasos separándolos.
—Mírame —le pidió con una voz firme.
Dayana levantó la vista lentamente; él era mucho más alto que ella y su presencia era abrumadora. Se sintió pequeña bajo su mirada intensa.
—Solo por esta vez te lo voy a pasar —dijo Suang, su tono grave llenando el aire con una mezcla de advertencia y desafío—. Pero si vuelves a comportarte así... —hizo una pausa, dejando que las palabras se hundieran en el ambiente— te voy a castigar.
El corazón de Dayana se detuvo por un momento ante esa declaración. No sabía si debía sentirse asustada o intrigada por lo que eso significaba. La tensión entre ellos era palpable; un juego peligroso que apenas comenzaba.
Con cada segundo que pasaba, Dayana se dio cuenta de que había algo más en juego aquí. Suang no solo era un hombre atractivo; había una profundidad en él que despertaba tanto temor como fascinación. Mientras sus ojos se encontraban, sintió que esa conexión peligrosa.
Decidida a no dejarse intimidar completamente, respiró hondo y mantuvo la mirada fija en él. Quizás este encuentro no sería solo una disculpa después de todo.