Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un día de playa
El sol se colaba por las persianas, un calor pegajoso anunciando un domingo veraniego que apenas empezaba. Aithana se removió en la cama, gimiendo.
—Uf, Val, este calor ya me tiene sudando como loca, y la cabeza me va a explotar. ¿Qué tal anoche? ¡Creo que me pasé un poquito!—
Valeria se estiró, soltando un bostezo ruidoso. —¡Ni me digas, Aithana! Siento que me atropelló un bus. Pero mira este día tan explandoroso que tenemos. ¿Sabes qué nos caería de perlas para esta resaca y este calorón? ¡Playa! ¿Qué dices?—
Aithana parpadeó, la idea empezó a sonar tentadora. —¡Mmm, playa! No suena nada mal, la verdad. ¡Dale, vamos! Espérate y llamo a mis padres para avisarles que salimos—
Valeria soltó una risita. —Sí, sí, está bien, niña mimada. Tú llama a tus papitos—
Después de la llamada rápida de Aithana, las dos se levantaron con energía renovada.
Sacaron sus mejores bikinis, esos que las hacían sentir sexys, y sin perder más tiempo, se fueron rumbo a la playa, listas para que el mar se llevara la resaca y el calor.
[•••]
El sol picaba con ganas cuando Aithana y Valeria llegaron a la orilla, sus sombreros de ala ancha y vestidos vaporosos ondeaban con la brisa marina. El olor a sal y la brisa fresca ya eran un bálsamo para la resaca. Con un suspiro de alivio, se quitaron los vestidos, revelando sus figuras bajo el sol.
Valeria, la más extrovertida, lucía un bikini Azul tuquie con aritos dorados que le quedaba exquisito, resaltando su piel blanca bronceada y su confianza.
Aithana, siempre un poco más conservadora, llevaba un bikini negro, que acentuaba sus curvas de maravilla, complementado con una malla ligera en forma de pantalón transparente que le daba un toque chic.
Encontraron una sombrilla gigante, perfecta para el solazo, y se acomodaron en la arena.
—Qué delicia!— exclamó Valeria, extendiendo su brazo. —¡Pásame el bloqueador, que no quiero quedar como un camarón!— Con risas, comenzaron a aplicarse el protector solar la una a la otra, sus manos deslizándose sobre la piel, mientras la brisa marina les acariciaba el rostro.
El ambiente era de pura relajación y amistad, justo lo que necesitaban.
Por otro lado.
Javier y Lorenzo estaban en el club de playa, el sol pegaba fuerte mientras cerraban unos negocios. Terminaron y se dirigieron al restaurante del hotel, buscando algo fresco para almorzar. Sus mentes, sin embargo, seguían enredadas con las mujeres de la noche anterior: Isabella y Lilian. Sus imágenes se cruzaban con el sonido de las olas, y un eco de lo que pudo ser.
De repente, Rebeca apareció, rompiendo el trance. Se acercó a ellos con una sonrisa, besó a Lorenzo en los labios sin decir palabra y siguió su camino hacia la piscina, con su vestimenta de playa dejando en claro su destino.
Javier miró a Lorenzo con los ojos entrecerrados, y una ceja levantada. —¿No dijiste que le ibas a terminar?— soltó, con su tono cargado de incredulidad.
Lorenzo suspiró, revolviendo su bebida. —Rebeca... Rebeca siempre lo hace más fácil. Me da lo que quiero sin tanto rollo, sin tanto juego. A veces, solo se necesita eso— Su mirada se perdió un instante en el horizonte, como si buscara una justificación en el inmenso azul del mar a través de sus ventanales.
En la playa.
El sol ya estaba en su punto más alto cuando Aithana se quejó, frotándose la barriga. —Ay, Val, ya me está dando un hambre... ¡Siento que me voy a desmayar aquí mismo!—
Valeria asintió con la cabeza, y su propio estómago rugiendo en protesta. —¡Ni me digas, amiga! Yo también tengo un hueco en el estómago que no es normal. ¿Qué comemos? ¡Pero qué pereza, todos los restaurantes están lejísimos!—
Miraron a su alrededor. Enfrente, un imponente y elegante se alzaba, el club de playa del hotel.
—Uhm, bueno, está el club de playa...— dijo Aithana, dudosa.
Valeria puso los ojos en blanco. —Sí, pero sabes que ahí la comida es carísima, ¿no? Aunque, la verdad, es deliciosa—. Se miraron, y el hambre ganó.
—Bueno, ¿y si pedimos un plato para las dos? Así no nos arruinamos tanto—, sugirió Valeria.
Aithana sonrió, —¡Listo! Me parece perfecto. Recojamos estas cosas y vamos para allá—
Con la decisión tomada, empezaron a guardar sus pertenencias, listas para enfrentar el lujo y la comida del hotel.
Con sus bolsos de mano y lentes de sol, Aithana y Valeria entraron al lujoso club de playa. Era normal ver a la gente en vestido de baño, pues el hotel y la playa eran uno solo. Encontraron una mesa perfecta cerca de los ventanales, donde la brisa marina las refrescaba. Se subieron los lentes a la cabeza y, casi de inmediato, un mesero se acercó. Valeria, con los ojos grandes, le pidió que se diera una vuelta, que les avisarían cuando estuvieran listas.
Apenas el mesero se alejó, Valeria se quejó con Aithana, susurrando pero con indignación. —¿Ya viste, Aithana? ¡Estos platos están carísimos! ¡Un plato de estos cuesta una semana de trabajo en la boutique!—
Aithana asintió, mirando la carta con incredulidad. —Sí, lo sé. ¿Cómo hace esta gente para pagar esto?—
—¡No inventes! Mira este plato lo que cuesta. ¿Qué, acaso, traen los ingredientes de China o qué? ¡A la vuelta de la esquina de mi casa los venden más baratos y te aseguro que saben igual!— exclamó Valeria.
Aithana soltó una carcajada un poco fuerte. Tanto así que Valeria le dio un leve pisotón con el pie para que bajara la voz y se tapó con la carta, pues la risa de Aithana había llamado la atención.
Aunque Valeria también se estaba riendo a carcajadas debajo de la carta.
Aithana se tapó la boca rápidamente. —¡Lo siento, pero no me pude contener!— dijo entre risas ahogadas.
Valeria, aún riendo por lo bajo, se asomó por encima de la carta. —¡Ay, Aithana, eres un caso! Pero en serio, ¿quién le pone a una ensalada 'Delicia del Mar y la Tierra' y le cobra a uno lo que vale un riñón? ¡¿Será que le echan oro molido en vez de sal?!—
Aithana, con los ojos aún llorosos de la risa, se recompuso. —¡O el chef viene en jet privado desde Francia solo para cortar el tomate!— Ambas rieron. De repente, se le iluminó la cara. —¡Ya sé! ¡Pedimos el 'Sándwich Club del Chef'! Mira, es lo 'menos peor' y dice que viene con papas... ¡y si no nos llena, le pedimos más papas al mesero hasta que se aburra!—
Valeria soltó otra carcajada, esta vez sin intentar disimular por la ocurrencia de su amiga.
—¡Jajaja, eres una genio! ¡Me encanta tu plan de 'hambre estratégica'! ¡Vamos a dejar al chef sin papas! ¡Y si nos miran feo, decimos que es para compensar el precio del 'oro molido'!— En ese momento, el mesero apareció de nuevo, con una sonrisa profesional.
Ambas se enderezaron, intentando parecer lo más serias posible. —Disculpe, joven— dijo Valeria con voz dulce, —ya estamos listas. Queremos... ¡dos 'Sándwich Club del Chef', por favor! Y asegúrese de que las papas sean abundantes, ¡que venimos con un hambre que no veas!— El mesero asintió, anotando el pedido, mientras Aithana y Valeria intercambiaban miradas cómplices, a punto de explotar de risa de nuevo...