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Amor En Exilio

Amor En Exilio

Status: En proceso
Genre:La Vida Después del Adiós / Reencuentro
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: KeliindA RojanO C.

Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.

No tuve elección, pero elegí no ser suya.

Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.

Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.

Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...

NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una alegría

El día había llegado. Con una mezcla de nervios y determinación, me dirigí al Hospital Central, el lugar donde todo cambiaría para Senre. La mañana era gris, un reflejo del tumulto en mi interior, pero la idea de que podía ayudar a la niña me daba un motivo para avanzar.

Al llegar, el ambiente del hospital era un torbellino de actividad: enfermeras que se movían con rapidez, pacientes que esperaban con rostros ansiosos, y el constante murmullo de conversaciones que se entrelazaban en el aire. Me dirigí al mostrador de admisiones, donde una enfermera de cabello recogido y gafas me recibió con una sonrisa profesional.

—¿Señor Emir? ¿Está aquí para comenzar el tratamiento?—

Asentí, sintiendo cómo el peso de la situación se asentaba sobre mis hombros.

Ella me condujo a una sala de transfusiones. El aroma a desinfectante y el zumbido de las máquinas me rodearon. Me hicieron sentar en una silla reclinable, y una enfermera se acercó con una bolsa vacía que era de sangre. Y que colgaba de un soporte.

—Primero, le vamos a colocar una vía intravenosa— explicó la enfermera, mientras limpiaba mi brazo con un algodón impregnado de alcohol. La aguja entró con un ligero pinchazo, y sentí cómo la calma comenzaba a invadirme. —La transfusión comenzará en unos minutos. Es un proceso sencillo, pero necesitará varias sesiones—

La bolsa de sangre se conectó a la vía, y la enfermera ajustó el goteo. —La próxima transfusión será en tres días, y luego continuaremos con el protocolo de tratamiento. Asegúrese de estar bien hidratado y de seguir las recomendaciones médicas—

Mientras el líquido rojo comenzaba a fluir por la manguera hacia la bolsa, me dejé llevar por la idea de que cada gota estaba destinada a mejorar la vida de Senre.

La conexión entre nosotros, aunque invisible, se sentía más fuerte.

La idea de que podía hacer algo tan significativo me llenaba de satisfacción.

El tiempo pasó lentamente, cada minuto marcando un paso más hacia la recuperación de la niña. La transfusión se completó, y la enfermera retiró la aguja con cuidado. —Todo ha ido bien. Recuerde que esto es solo el comienzo—

Con el tratamiento detrás de mí, un impulso me llevó a visitar a Senre. Caminé por los pasillos del hospital, guiado por la dirección que me habían dado.

Mi corazón latía con fuerza. ¿Qué le diría? ¿Cómo explicaría mi presencia?

Al llegar a su habitación, el silencio era abrumador, interrumpido solo por el suave sonido de un monitor. La vi allí, pequeña y vulnerable, con cables conectados a su frágil cuerpo.

La imagen me golpeó con fuerza, y sentí cómo una ola de emoción me invadía.

Saqué el pequeño regalo que había comprado: un osito de peluche, suave y acogedor. Me acerqué a su cama y, con cuidado, dejé el osito a su lado.

—Hola, Pequeña— murmuré, como si pudiera escucharme. —Este es para ti—

Su rostro pálido y sereno parecía sonreír, aunque sus ojos permanecían cerrados. La idea de que, aunque no pudiera verme ni entenderme, había un hilo de esperanza que conectaba nuestras vidas me llenó de una profunda satisfacción.

Pasé un tiempo allí, observando cómo el osito se convertía en parte de su mundo. La enfermera entró y me sonrió, como si entendiera lo que estaba sintiendo.

—Ella responderá al tratamiento, lo sé— dijo, y esas palabras resonaron en mi interior.

Me quedé allí, de pie junto a la cama de Senre, el osito de peluche ahora acurrucado junto a ella. Observaba su pequeño rostro, la quietud de su respiración, y sentía una extraña mezcla de paz y ansiedad. La paz de haber dado el primer paso, la ansiedad por lo que vendría y por el secreto que me ataba.

Fue entonces cuando un movimiento en el sillón, en un rincón de la habitación, me sacó de mis pensamientos.

Salma.

Había estado dormida, hecha un ovillo, agotada por la preocupación y las noches sin descanso.

Su cabello desordenado caía sobre su rostro, y su ropa, arrugada, delataba las horas que había pasado allí.

Lentamente, sus ojos se abrieron, parpadeando para ajustarse a la tenue luz de la habitación. Levantó la cabeza, desorientada, y su mirada se posó primero en la enfermera, que estaba ajustando algo en el monitor de Senre, y luego en mí. Su expresión pasó de la confusión al sobresalto en un instante.

—¿Emir? ¿Enfermera? ¿Qué... qué pasó?—Su voz era un susurro ronco, teñida de un miedo palpable. Se incorporó de golpe, sus ojos escaneando la habitación, buscando alguna señal de alarma. —¿Está todo bien? ¿Le pasó algo a Senre?—

Sentí un nudo en el estómago.

La idea de que ella me viera allí, en ese momento, era exactamente lo que quería evitar.

Pero ya era tarde.

La enfermera, con su habitual calma profesional, se giró hacia Salma, una sonrisa gentil asomando en sus labios.

—Señora Salma, por favor, no se alarme. Al contrario, son excelentes noticias—

Salma frunció el ceño, aún asustada.

—¿Buenas noticias? ¿Por qué? ¿Qué pasó?— Su voz se quebró un poco al final, el miedo por su hija dominando cualquier otra emoción.

La enfermera se acercó a ella, poniendo una mano tranquilizadora en su hombro.

—Tenemos una noticia maravillosa. Hemos encontrado a un donante compatible para Senre. De hecho, la compatibilidad es muy alta. Y lo mejor es que el tratamiento comenzará de inmediato. En unos momentos, prepararemos a la niña—

La noticia golpeó a Salma como una ola. Sus ojos se abrieron de par en par, y por un segundo, pareció que no podía procesar las palabras.

Luego, una chispa de incredulidad, seguida de una alegría abrumadora, iluminó su rostro. Era como ver el sol salir después de una noche larga y oscura.

—¿Un donante? ¿Compatible? ¿De verdad?— Su voz era un hilo, apenas audible, pero cargada de una emoción tan pura que me atravesó. Nunca la había visto tan vulnerable, tan llena de esperanza.

—Así es— confirmó la enfermera, sonriendo. —Es una gran noticia, señora Salma—

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Salma, pero eran lágrimas de alivio, de una alegría desbordante.

Se llevó las manos a la boca, intentando contener un sollozo, pero no pudo.

—¡Oh, Dios mío! ¡Gracias a Dios! ¡Gracias, gracias!— Repetía, con su voz temblorosa. —Pero... ¿quién es? ¿Quién es esa persona tan maravillosa?— Su mirada, llena de gratitud, se dirigió a la enfermera, buscando respuestas.

La enfermera, con una expresión de suave disculpa, negó con la cabeza. —Lamento no poder revelar esa información, señora Salma. El donante ha solicitado absoluta confidencialidad. Es una donación anónima, y como hospital, estamos obligados a respetar su deseo—

La decepción cruzó el rostro de Salma por un instante, pero fue rápidamente eclipsada por la inmensa alegría. La identidad del donante era secundaria; lo importante era que Senre tenía una oportunidad más...

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Alisson
Esta interesante 😌
Isabel...
Me gusta, tiene un inicio atrapante😍😊
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