Emilia es una joven que ha sufrido mucho en su vida. Aun así, lleva una luz en su interior inquebrantable. Ella se la atribuye al amor que siente por alguien que cambió su manera de pensar hace muchos años. Sin embargo, cuando supone que al fin podrá ser feliz al lado de ese hombre. Descubre que su matrimonio con él solo fue arreglado por sus familias y en realidad él no la recuerda. Ella hará todo lo posible para que el brillo en sus ojos no se apaguen hasta que él la reconozca.
Aun así, Marco no es un hombre fácil. Diagnosticado desde joven con un desorden mental que le impide acercarse a las mujeres, termina aceptando un matrimonio por contrato que para él es solo un fastidio.
¿Logrará recordar a Emilia antes de que el brillo en sus ojos, reflejo del amor que siente por él, desaparezca?
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La visita de papá
Capítulo quince
El móvil de Emilia sonó. En ese momento se dio cuenta de que tenía varias llamadas perdidas de Federico. Sin embargo, el número que la estaba llamando ahora, era desconocido; al atender escuchó la voz de su esposo.
—Tu padre vendrá en poco tiempo, ¿dónde estás? —le preguntaba como si estuviera molesto
—Salí a caminar —explicó ella.
— Estoy en el coche, Dime dónde estás y te pasaré a buscar —indicó él, como si se tratara de una orden.
Era extraño que Marco se interesara tanto por ella, sobre todo después de una resaca como la que seguramente tenía. Pasó su ubicación y después de unos segundos la encontró, como si la estuviera persiguiendo. Le pidió que subiera al coche y una vez que ya lo hizo le pasó un café. Al parecer había solicitado que pusieran dos cafés en vasos térmicos; uno para él y otro para ella.
—¿Por qué estás siendo tan considerado? —preguntó Emilia sin poder resistirse.
—Lamento, haberme dormido en tu cuarto anoche —dijo él sin mirarla.
¿Acaso recordaba algo de lo que habían hablado?
—Escucha bien lo que voy a decirte. No me interesa que tu padre venga a nuestra casa, pero no pretendas que me comporte como el amado esposo que no soy. Porque no voy a fingir lo que no existe —y fue ahí que la volvió a joder.
¿Practicaría para ser un patán? ¿Era necesario que fuera tan cruel con ella?
—No necesitas estar presente, he lidiado con mi padre en el pasado. Puedes seguir haciendo tus cosas. No me importa —dijo Emilia, molesta por la actitud que había tomado Marco para con ella. Su doble personalidad la estaba enloqueciendo.
—¿A qué estás jugando? —ahora el molesto era él.
—No estoy jugando, dijiste que no te importo, me diste a entender que soy un estorbo, y me recalcaste que deseas que nuestro contrato termine pronto para poder librarte de mí. Ya lo entendí. No soy tonta, no es necesario que lo sigas repitiendo —Emilia parecía una mujer decidida cuando hablaba así.
—Pensé que dijiste que harías que me enamorara de ti —respondió él con ironía al notar el cambio en la conducta de su esposa.
—Tal vez me equivoqué al decir eso. La realidad es que te enamorarás de mí. Solo que el problema será tuyo cuando yo ya no sienta nada por ti —dijo Emilia y se bajó del coche, cerrando la puerta con fuerza.
Ella sabía que no había tomado ni la decisión correcta, ni las palabras adecuadas. Pero cada vez dolía más el hecho de estar enamorada de un hombre que durante el día la trataba como basura. El mismo hombre que por la noche le había dicho cuán distinto se sentía en su compañía; ahora se burlaba de ella.
Emilia estaba segura de que su comportamiento sería distinto si recordara quién era. Pero al mismo tiempo comenzaba a preguntarse si eso hacía la diferencia. Estar con un hombre que trataba mal a las personas que no le agradaban era una cosa, pero estar con alguien que disfrutaba lastimando a otros por el simple hecho demostrar que era mejor que los demás le parecía horrible.
Sabía cómo era esa clase de hombres, su padre era uno de ellos y sus hermanos otros dos. Por lo que la noche anterior había estado pensando en darle un tiempo a Marco para que pueda enamorarse de ella. Un año sería el límite, toleraría lo que fuera que le hiciera, dijera e incluso opinara. Después de ese tiempo, si aún no la recordaba, o si él seguía insistiendo en que estaría mejor cerca de otras mujeres, ella tiraría la toalla y sería el momento en el que lo dejaría.
Al llegar Emilia a la entrada de la mansión, su padre estaba ahí, la miró con desaprobación al ver la ropa que usaba.
—Supuse que ahora que estabas casada con un CEO empezarías a vestirte mejor —ese era el saludo de su padre; maltratarla, burlarse de ella, lo de siempre.
A diferencia de lo que Emilia pudiera opinar de Marco, no le gustaba que el hombre hablara así de su hija. Por lo que al escucharlo la tomó del hombro, abrazándola y respondió por ella.
—A mí me gusta cómo se ve Emilia. Y ya que yo soy su esposo, mi opinión es la única que importa —dijo Marco con firmeza.
¿Él estaba defendiéndola? ¿Por qué?
El padre de Emilia no supo qué decir por lo que solo sonrió.
—Mejor entremos —Marco acompañó a Emilia aun sosteniéndola con su enorme brazo—. Ve a cambiarte cariño, yo hablaré con tu padre un rato.
Emilia se fue a su cuarto luciendo la misma cara, que cuando la había besado en el coche.
¿Qué era lo que le ocurría a Marco? En el trayecto de vuelta a casa le había dicho que él no fingiría por ella. Y ahora lo estaba haciendo, incluso faltándole el respeto a su padre. ¿Acaso sufría de bipolaridad? ¿Sus emociones se alteraban tan rápido?
Emilia se dio una ducha y se puso un vestido que había sido de su madre. El cual había modificado varias veces. Se miró al espejo, su cabello estaba húmedo por lo que se hizo una trenza. Regresó al living donde se encontraba su padre y su esposo. Estos hablaban tranquilamente cuando ella llegó. Aunque Emilia no se dio cuenta, Marco la miró por más tiempo del que se esperaría.
—Ven aquí —dijo señalando el sofá a su lado. En realidad, él odiaba que las personas se le acercaran—. Tu padre me contaba que tienes una pequeña deuda con él debido a algunos negocios que intentaste y fallaron. Por lo cual me pregunta si ahora que soy tu esposo puedo ayudarte con eso.
Lo que decía Marco era falso, pero no era él quien estaba engañando a Emilia. La verdad era que su padre le había cobrado hasta el aire que respiraba desde que su madre había fallecido. ¿Cuál era la verdadera razón? Emilia no lo sabía, pero había sido siempre así, por lo menos desde que ella tenía memoria.
Autora: Osaku