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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:728
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cielo gris

El día había amanecido con una niebla espesa que parecía tragarse las calles estrechas de Wharekura. Aiden se despertó con la sensación de que el aire en su habitación estaba más pesado de lo normal. El reloj de pared marcaba las seis y media; Thomas ya estaba despierto, lo sabía porque oía el arrastrar lento de sus pasos por el pasillo.

—Levántate, el desayuno no se sirve solo —dijo la voz áspera de su padre, acompañada de un golpe seco en la puerta.

Aiden se incorporó sin responder. Ya había aprendido que cualquier contestación fuera del “sí” o el silencio era una invitación a una discusión innecesaria.

La rutina que Thomas le había impuesto no dejaba espacio para nada fuera de lo que él consideraba “productivo”: limpiar, ayudar con las cuentas del pequeño negocio de pesca y regresar a casa antes de que cayera el sol.

El resto del tiempo, su padre lo observaba con un ojo crítico, como si esperara el momento exacto para corregirlo o reprenderlo.

Pero Aiden había encontrado su escape.

No lo confesaba a nadie, ni siquiera a Maia, porque temía que de alguna forma llegara a oídos de Thomas. Cada dos o tres tardes, cuando el hombre estaba ocupado en el puerto, él caminaba hacia las afueras del pueblo, siguiendo un sendero de tierra que terminaba en un viejo edificio abandonado, cubierto de hiedra y con ventanas rotas.

Ese era su santuario. Lo había llamado El Refugio Azul, sin saber por qué había elegido ese color. Tal vez por el mar que siempre se veía desde allí, o tal vez por un recuerdo enterrado demasiado profundo para aflorar todavía.

Dentro del lugar, las paredes estaban llenas de lienzos inacabados, manchas de pintura seca y cuadernos dispersos sobre una mesa improvisada.

Al principio, sus pinturas eran ligeras: tonos cálidos, escenas del puerto, retratos de rostros inventados. Pero últimamente, sin que él entendiera por qué, los colores se habían vuelto más fríos, más oscuros, con figuras solitarias que miraban hacia horizontes lejanos.

Esa tarde, mientras extendía un trazo azul profundo en un lienzo nuevo, sintió un peso en el pecho, una presión extraña que no era dolor, pero tampoco calma.

Se detuvo, observando el cuadro.

Había pintado un hombre de espaldas, con un abrigo largo, mirando al mar. No sabía quién era, pero algo en su postura le resultaba insoportablemente familiar.

No supo cuánto tiempo había pasado cuando oyó el repiqueteo de gotas contra el techo de chapa oxidada.

Una lluvia fina había comenzado a caer, y el cielo se había oscurecido de forma repentina.

Cerró sus frascos de pintura y cubrió el lienzo con una tela vieja. No quería que Thomas descubriera que había estado allí.

De regreso al pueblo, pasó frente a la plaza central.

Un grupo de ancianos conversaba bajo el toldo de la tienda de comestibles.

Aiden sintió sus miradas, como cuchicheos silenciosos que lo acompañaban mientras caminaba.

No sabía que, horas antes, esas mismas personas habían hablado con un hombre desconocido, alto y serio, que hacía demasiadas preguntas. No sabían quién era exactamente, pero ya habían avisado a Thomas.

Cuando Aiden llegó a casa, encontró a su padre sentado en la mesa, revisando papeles. No levantó la vista, pero su tono era distinto, cargado de algo que parecía cálculo.

—Mañana vamos a empezar a mover las cosas —dijo, como si fuera una orden más sobre la lista.

—¿Mover qué cosas? —preguntó Aiden, frunciendo el ceño.

—No te preocupes. Te lo diré cuando sea necesario.

Aiden quiso insistir, pero el brillo en los ojos de su padre le dijo que no era buena idea.

Esa noche, el sonido de la lluvia se intensificó. Las ventanas vibraban con el viento, y un trueno lejano resonó en el cielo.

Aiden, inquieto, se levantó de la cama y se dirigió al pequeño mueble donde guardaba algunos objetos personales: un cuaderno, un reloj viejo y una figura de madera que había encontrado en la playa.

Al intentar tomar el reloj, la figura se le cayó de las manos y se partió en dos al golpear el suelo.

Se quedó mirando los pedazos sobre la madera del piso. No sentía tristeza por el objeto en sí —apenas lo conocía—, pero sí una extraña sensación de pérdida, como si la ruptura hubiera alcanzado algo más que la figura.

El viento se coló por la ventana mal cerrada y apagó la vela que iluminaba la habitación, sumiéndolo en una oscuridad total. Afuera, el mar golpeaba con fuerza contra las rocas, como si quisiera recordarle que, bajo ese mismo cielo gris, algo importante estaba a punto de desaparecer de su vida.

Y Aiden, sin saberlo, estaba a solo un paso de perderlo para siempre.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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