Reencarne En Una Jodida Villana.

En el jardín, la Emperatriz comenzó hablando de diversos temas como la fiesta de primavera y la recaudación de fondos. Luego, las mujeres empezaron a conversar entre ellas hasta que una señora dijo:

—Señorita Navarro, ¿cómo se encuentra usted? La Emperatriz nos ha contado que es sobrina del Ministro de Guerra y amiga del príncipe Manuel...

Camila sonrió, ya que estaba esperando a la primera valiente en preguntar sobre ella, y respondió:

—Me encuentro muy bien, gracias. Sí, mi tío es el Ministro de Guerra, pero hay una pequeña equivocación en su afirmación. No soy amiga del príncipe, soy su prometida. Hoy, mi padre ha venido a arreglar algunos asuntos con el Emperador y pronto daremos a conocer oficialmente la noticia.

Estela sonrió radiante; esperaba que la chica supiera manejar la situación por sí sola.

Muchas de las damas y jovencitas presentes se quedaron sorprendidas. El príncipe siempre había evitado el matrimonio, y ahora, ¿cómo una mujer de tan bajo título había logrado que por fin decidiera casarse?

Tras salir del asombro, una dama comentó:

—Oh... qué maravillosa noticia.

La Emperatriz sonrió y añadió:

—Sí, no podría estar más feliz. Por fin, mi hijo encontró a una mujer que lo hizo considerar el matrimonio.

Otra de las presentes preguntó:

—¿Cómo conoció al príncipe? Tengo entendido que no es de aquí...

—Nos conocimos en Alfea, y allí quedó loco por mí —respondió Oriana.

Las mujeres la miraron, incrédulas por su franqueza.

—Qué arrogante de su parte decir algo así...

—Es la verdad. Obviamente ambos sentimos atracción mutua, pero cuando el príncipe se enteró de que había sido marcada, vino a buscarme.

Oriana les contó su versión idealizada de su historia de amor, y al terminar, dijo:

—Al principio tuve miedo, porque sé quién es mi prometido, pero luego me demostró que solo tiene ojos para mí. Así que vinimos a hablar con sus padres.

Muchas de las presentes, que en algún momento habían sido amantes ocasionales del príncipe Manuel, ardían en celos. Se comparaban físicamente y no entendían qué tenía Oriana de diferente. ¿Por qué la había elegido a ella?

La Emperatriz, complacida por lo despreocupada que era la chica al hablar, y por cómo había puesto a las mujeres de su corte en su sitio con solo unas cuantas palabras, la miró con orgullo.

—¿No es encantadora? Mis nietos serán hermosos —comentó.

Oriana, justo al tomar un sorbo de té, se atragantó, y luego forzó una sonrisa tímida ante las palabras de la Emperatriz.

Otra mujer, que la había estado observando desde que comenzó a hablar, intervino:

—Es usted... Hace unas noches fuimos a la feria en el pueblo y una mujer tocó el violín en la plaza. Luego, el capitán Darío Montiel la escoltó...

—Sí, fui yo. Esa noche el príncipe y yo paseábamos, y como él sabe de mi pasión por la música, me pidió que tocara algo para él. La gente empezó a reunirse y él se ocultó para no ser reconocido. Cuando terminé, el capitán me escoltó de vuelta a nuestro carruaje. Eso fue todo.

Camila se sorprendió de su capacidad para mentir... o mejor dicho, para moldear la verdad a su conveniencia. Para alguien que odiaba la mentira, se le daba de maravilla.

La Emperatriz la miró, interesada.

—¿Tocas el violín?

—Entre otros instrumentos. Me gusta mucho la música, así que sé tocar varios.

—Qué maravilla. La próxima vez podrías deleitarnos con alguna interpretación...

La duquesa Palmer dio un codazo a su hija, y esta habló de pronto, llamando la atención de todos:

—Majestad, si quiere, puedo tocar algo también. No hay mejor pianista en este imperio...

La Emperatriz solo sonrió y agradeció el gesto. Luego, siguieron conversando de diversos temas. Cuando todo terminó, Camila se despidió:

—Muchas gracias por la invitación, Majestad, pero creo que ya debo irme. Manuel... digo, el príncipe Manuel me dijo que tenía una sorpresa para mí...

La Emperatriz asintió al ver a su hijo acercarse.

—Ve tranquila, cariño. Gracias por asistir a mi fiesta.

Oriana asintió y marchó en dirección al príncipe, pero justo antes de llegar, vio a la hija de la duquesa tomarle el brazo, fingiendo una caída para sostenerse de él.

—Lo siento, alteza...

Manuel levantó la mirada y, al ver el rostro inexpresivo de Camila, se liberó del agarre.

—No fue nada.

La chica sonrió coqueta.

—Si está libre, me gustaría dar un recorrido por el palacio junto...

Camila, al ver que la situación se alargaba, siguió caminando. Cuando pasó junto a Manuel, este tomó su brazo y, atrayéndola hacia él, dijo:

—Lo siento, pero ya tenía planes con mi prometida.

—Por mí cont...

—Nos vamos.

Sin más, Manuel caminó del brazo de Camila. Cuando estuvieron a suficiente distancia, él dijo:

—Podrías mostrar un poco más de solidaridad conmigo. ¿Acaso no sabes quién es ella?

—No...

—Es la hija del duque Palmer. Me ha estado persiguiendo desde que soy pequeño. Cada vez que la veo, huyo.

—No voy a interceder en tus asuntos de conquista.

Manuel alzó una ceja.

—No estaba coqueteando con ella.

—No me importa si lo haces. Yo no soy tu prometida de verdad...

—¿Puedes dejar de decir eso? ¿O es que quieres que todos se enteren?

—Bien, dejemos eso a un lado. Dime, Manuelito, ¿cuál es mi sorpresa?

—Ya no sé si dártela...

—¿Qué? ¡No! ¡Tú me lo prometiste!

Manuel sonrió.

—Vamos, te llevaré a un lugar hermoso. No te preocupes, tus tíos y tu padre también estarán allí.

Oriana no entendía nada, pero tras subir al carruaje, no tardaron en llegar a un teatro de la ciudad. Entraron, y tras dirigirse a los camerinos, Manuel le dijo:

—Sé que te estás esforzando, así que quería compensarte con esto. Cuando el telón se levante, el público será todo tuyo. Solo... —tomó una máscara que cubría todo el rostro— por ahora, deberás hacerlo desde el anonimato.

Oriana sonrió emocionada y, tomando la máscara, dijo:

—¿Cómo conseguiste esto? Claro, eres un príncipe... Gracias. —Se lanzó a sus brazos y le dio un beso en la mejilla—. Gracias.

Manuel quedó congelado. Si bien era un mujeriego, no esperaba que la chica que le gustaba se le lanzara así. Camila se separó de él, recuperó la compostura y dijo:

—Cof... ¿pero qué cantaré o tocaré? No tengo mis instrumentos...

—Hay un piano y un violín en el escenario. Como quería que fuera sorpresa, no sabía cuáles tocabas mejor...

—Gracias. Esto de verdad significa mucho para mí.

Manuel sonrió con sinceridad y, tras desearle suerte, se fue a su palco, donde ya estaban el ministro, su esposa y el marqués. Les había pedido que asistieran sin falta.

—Espero que disfruten de la obra —dijo al llegar.

Sin que nadie contestara, el telón se levantó y una joven con el rostro cubierto entró al escenario. Se sentó frente al piano y comenzó a tocar *Wrecking Ball*.

Los espectadores la miraban hipnotizados. Fabián le susurró a su hermano:

—¿Esa es...?

—Sí.

Aurelio no se enojó; al contrario, parecía mirar a la chica con orgullo y afecto. Tocaba igual que su exesposa, y aunque le doliera admitirlo, Camila se parecía más a ella de lo que le gustaría.

Cuando terminó, Oriana se inclinó ante su público y regresó al camerino, donde fue recibida con abrazos.

—Estuviste estupenda, cielo —dijo Linda.

—Gracias, tía.

Fabián y su padre también la felicitaron. No dijeron nada más, ya que el príncipe les había contado que había organizado todo para que ella pudiera compartir su talento sin exponerse demasiado.

Luego, Fabián los invitó a cenar para celebrar la actuación. Al despedirse del príncipe, Camila le dijo:

—Gracias. Esto fue muy lindo de tu parte.

—Es parte de nuestro acuerdo...

—Lo sé. Aun así, te lo agradezco —miró hacia su familia—. Me tengo que ir.

Sin más, se dio la vuelta y se marchó, dejando al príncipe solo en la entrada del teatro.

—Espero poder decirte pronto la verdad...