Renace en la novela que había estado leyendo, dispuesta a salvar al villano..
*El mundo mágico tiene muchas historias*
* Todas las novelas son independientes*
NovelToon tiene autorización de LunaDeMandala para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Tres años - 2
Durante esos tres años, Alban no se permitió descansar.
Apenas llegó al reino de Bernicia bajo el nombre de James Bristol, lo primero que hizo fue buscar a alguien que pudiera desbloquear su magia. Sabía que había sido sellada el día de su captura en Mercia.. un sello antiguo, impuesto por magos del templo, diseñado no solo para anular el poder, sino para quebrar la voluntad.
No fue fácil.
Muchos magos se negaron apenas escuchaban la palabra sello real. Otros exigían precios imposibles o desaparecían al comprender quién había sido él en el pasado.
Finalmente, en un poblado al norte de Bernicia, encontró a Eldric, un mago anciano especializado en magia prohibida y restauración de núcleos sellados. Vivía apartado, rodeado de runas desgastadas y libros más viejos que los reinos mismos.
—Tu magia no está muerta —le dijo Eldric tras examinarlo—. Está encadenada. Y quien lo hizo… lo hizo con odio.
El proceso fue largo. Doloroso.
Durante semanas, Alban soportó rituales que le hacían revivir fragmentos de su pasado.. la voz de Aldren, las falsas profecías, el templo iluminado por cristales robados, el momento en que comprendió que todo había sido una mentira. Cada sesión abría un poco más el sello… y también heridas que nunca habían cerrado del todo.
La noche en que su magia volvió, no fue explosiva ni gloriosa.
Fue silenciosa.
Una llama oscura y contenida despertó en su interior, distinta a la de antes. Más estable. Más consciente. Ya no nacía de la ira ciega, sino de algo más profundo.. determinación.
—Has cambiado —murmuró Eldric—. Tu magia también lo ha hecho.
Alban lo sabía.
Ya no era el hombre que juró venganza en Mercia.
Pero tampoco era inocente.
Durante el resto de esos años, Alban aprendió a controlar su poder, a ocultarlo, a usarlo con precisión. Trabajó bajo el apellido Bristol, ayudó a comerciantes, protegió rutas, selló criaturas mágicas fuera de control. Poco a poco, su nombre comenzó a ser respetado en Bernicia, aunque nadie sabía realmente quién era.
A veces, por las noches, pensaba en Ginger.
En su mirada llena de esperanza.
En sus manos cuidadosas limpiando heridas.
En la forma en que había arriesgado todo sin pedir nada a cambio.
Había recibido cartas. Las había leído todas.
Pero nunca respondió.
No por desinterés.
Sino por miedo.
Sabía que cualquier vínculo con Mercia podía arrastrarla con él. Y Ginger… Ginger merecía una vida luminosa, libre de su sombra.
Al principio ganó algunas monedas escoltando caravanas pequeñas. No usaba su magia a la vista. Solo fuerza, estrategia, experiencia. Era eficiente, silencioso, cumplidor. La gente comenzó a pedirlo de nuevo.
Poco a poco, su nombre empezó a circular.
Entonces ocurrió.
Una noche, en un camino secundario, una caravana fue atacada. Bandidos mal armados, desesperados. En medio del caos, una mujer quedó atrapada, acorralada contra un carro volcado. Nadie se atrevía a avanzar.
Alban lo hizo.
Por primera vez, usó su magia sin reservas. No para destruir, sino para cubrir, desarmar, proteger. Los bandidos huyeron aterrados. La mujer sobrevivió.
La historia se esparció rápido.
Desde ese día, ya no fue solo un escolta más.
Comenzaron a llamarlo el Guardián.
Algunos decían que era un mercenario.
Otros, que había sido un soldado retirado con demasiadas batallas encima.
Nadie sabía su verdadero pasado.
Y él no lo contaba.
Cada vez que lo llamaban para transportar mercancías valiosas, aceptaba. Cada vez que podía evitar una muerte innecesaria, lo hacía. No por redención.. no creía merecerla.. sino porque esa era la vida que Ginger le había pedido que eligiera.
A veces, por las noches, recordaba su mirada llena de esperanza en aquel pasillo oscuro.
Ella había renacido dos veces.
Él, solo una.
Pero por primera vez, esa vida le pertenecía.
Lo que comenzó como trabajos aislados.. escoltar una carreta, vigilar un camino peligroso, acompañar a un comerciante temeroso.. se transformó, con el paso de los meses, en algo mucho más grande. Su nombre empezó a circular de boca en boca, primero en susurros, luego con respeto.
James Bristol, decían.
Un hombre serio.
Justo.
Eficaz.
Después de tres años de arduo trabajo, Alban ya no caminaba solo. Tenía a su cargo decenas de hombres, antiguos soldados, aventureros cansados de la guerra, jóvenes sin apellido ni fortuna que buscaban un propósito. Él no los mandaba con gritos ni castigos.. los entrenaba con disciplina y los guiaba con el ejemplo.
—Aquí no protegemos por oro solamente —les decía—. Protegemos porque alguien confía en nosotros.
Su compañía ofrecía protección privada a decenas de familias, caravanas y pequeños pueblos del reino de Bernicia. Allí donde antes reinaban los asaltos y el miedo, comenzó a haber rutas seguras. Los comerciantes dormían tranquilos cuando veían su estandarte discreto, sin símbolos de poder, solo una espada simple cruzada por una línea.
Algunos decían que era un mercenario.
Otros aseguraban que había sido un soldado retirado con demasiada experiencia para su edad.
Nadie imaginaba que aquel hombre respetado había sido, en otra vida, Alban Mortis, el traidor de Mercia.
Él jamás lo negó… pero tampoco lo explicó.
Por las noches, cuando el campamento se aquietaba y el fuego se consumía, Alban a veces se quedaba mirando las llamas. En esos momentos, pensaba en una habitación elegante, en un calabozo húmedo, en unas manos que no temblaron al curar heridas que nadie más quiso ver.
Pensaba en Ginger.
Ahora era un hombre respetado, admirado, incluso seguido. Sin embargo, en lo más profundo, sabía que todo aquello existía gracias a una joven que creyó en él cuando no era nada más que cadenas y silencio.
Y aunque el mundo lo conociera como James Bristol,
aunque su sombra ya no lo persiguiera… el nombre de Ginger Evenhart seguía siendo su verdad más silenciosa.