Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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La ida de Lady Midnight
POV AITHANA
Mi mirada se encontró con la de Sebastián al otro lado de la sala, y una sonrisa interna se dibujó en mis labios. Sí, él estaba observando, y eso era exactamente lo que quería. Me giré hacia Lorenzo, con mis ojos fijos en los suyos.
Con una lentitud estudiada, mis dedos se deslizaron hacia el bolsillo de su saco, extrayendo su pluma con una delicadeza que convertía el acto en un arte.
Él me miraba, intrigado. Luego, con la misma gracia, subí un poco la manga de su camisa, revelando un trozo de piel.
Mis dedos, con la pluma, comenzaron a escribir mi número en su antebrazo, cada trazo una caricia sutil que lo hizo tensarse ligeramente.
Al terminar, bajé su manga con suavidad y le devolví la pluma a su bolsillo.
—Fue un placer, Lorenzo, y gracias por tu invitación— le dije, en un susurro que apenas llegaba a sus oídos. Me acerqué, y mis labios rozaron su mejilla, deteniéndome apenas a un milímetro de la comisura de sus labios. —Pero me temo que ya es hora de que me vaya—
Justo cuando iba a darme la vuelta, su mano se posó suavemente en mi brazo, deteniéndome. En un movimiento fluido, me atrajo hacia él, sus manos rodearon mi cintura, dejándonos frente a frente.
Tuve que alzar la cabeza para mirarlo, la diferencia de altura era evidente, pero eso solo aumentaba la intensidad de su mirada.
—¿Por qué huyes a medianoche, Isabella?— su voz era un murmullo profundo, cargado de una curiosidad que me encantaba. Sus ojos esmeralda junto a sus grandes pestañas brillaban con una picardía que me hizo sonreír. —Ya no te diré Isabella. A partir de ahora, serás mi Lady Midnight. Mi Dama de Medianoche—
Una sonrisa genuina se extendió por mi rostro. —Me gusta— le respondí, en un susurro apenas audible, mientras mis ojos buscaban los de Sebastián, sabiendo que él también estaba viendo esto.
POV NARRADORA
La sonrisa de Aithana se mantuvo firme, otra máscara perfecta que ocultaba la ligera desestabilización que la intensidad de Lorenzo le provocaba.
Él la sostenía de la cintura con una firmeza que no dejaba lugar a dudas, atrayéndola a su espacio personal.
La cercanía era palpable, y aunque Aithana jugaba con fuego, la llama que Lorenzo desprendía era más poderosa de lo que había calculado.
Sus ojos, en un parpadeo casi imperceptible, buscaron los de Sebastián, que seguía siendo un espectador mudo de la escena, con su mandíbula tensa, y sus puños apretados.
La satisfacción de ver su tormento le dio a Aithana el impulso para seguir, para alimentar ese fuego.
—Lady Midnight, entonces— repitió Aithana, ahora con un matiz más bajo y seductor, un desafío velado. —Un nombre que me calza perfecto, ¿no crees, Lorenzo?— Su mano, con una ligereza calculada, se posó en el pecho de él, sintiendo el ritmo constante de su corazón bajo la tela de su traje.
La chispa entre ellos era innegable, era un campo magnético que los atraía. Pero Aithana percibió algo más en los ojos de Lorenzo, una profundidad, una posesividad que le erizó la piel.
Era una intensidad que, si bien la atraía, pero era demasiado para la "Isabella" que solo buscaba un juego superficial.
Lorenzo sonrió, y su agarre en la cintura de Aithana se hizo un poco más firme, casi imperceptiblemente.
—Perfecto, mi Dama de Medianoche— susurró, bajando su cabeza aún más, su aliento cálido rozó el cuello de ella. —Pero las damas de medianoche no huyen de la noche. Se quedan a disfrutarla... o a incendiarla— Su mirada se clavó en la de Aithana, en una perforación que parecía leerle el alma.
Era como si Lorenzo supiera que su juego no era solo con él, sino con un tercero, con su propio hermano. Esa perspicacia, esa profundidad, era un desafío que Aithana no había anticipado, y que la hacía sentir una mezcla de emoción y un ligero desasosiego.
La mano de Aithana en el pecho de Lorenzo se deslizó suavemente hacia su nuca, sus dedos se enredaron en su cabello oscuro.
La cercanía era abrumadora, y la tensión una cuerda vibrando entre ellos. Por un segundo, la ambigüedad en sus ojos dio paso a una decisión fría y calculada.
Era hora de jugar su carta más fuerte, de dejar claro que, aunque Lorenzo era un pez gordo, ella tenía sus propios planes.
—Lorenzo— su voz fue un murmullo seductor, casi inaudible, pero cargado de una promesa y una advertencia. Sus ojos, antes desafiantes, ahora brillaban con una luz que invitaba a la perdición. —Mi querido Lorenzo, no huyo de la noche. La domino. Y créeme, sé perfectamente cómo incendiarla... y a quién—
Con un movimiento fluido y repentino, Aithana se zafó de su agarre, no con brusquedad, sino con una elegancia que dejó a Lorenzo con las manos vacías y la sensación de haber perdido algo valioso.
Dio un paso atrás, y su sonrisa volvió a ser esa máscara perfecta de seducción y misterio.
Sus ojos, por un instante fugaz, buscaron a Sebastián.
La mirada de este era un volcán a punto de erupcionar.
—Pero esta noche— continuó Aithana, con su voz ya un poco más alta, para que Lorenzo y, sobre todo, Sebastián, la escucharan. —Esta noche, Lady Midnight tiene otros planes. Planes que no incluyen ser domada. Solo observada— Y con una última sonrisa enigmática, se dio la vuelta y se alejó con una gracia felina, dejando a un Lorenzo sorprendido y a un Sebastián hirviendo de celos.
Y eso que uno apenas la conoce. Y el otro si supiera quien es, se moriría.
Aithana, con la adrenalina todavía latiéndole en las venas por su encuentro con Lorenzo, se dirigió directamente hacia donde Javier y Valeria seguían en su burbuja apasionada.
Se acercó con paso decidido y, sin titubear, sujetó a Valeria del brazo, rompiendo el hechizo del beso.
—Es hora, Lilian— dijo Aithana, con su voz firme pero con un deje de diversión.
Valeria, a quien Aithana llamaba Lilian en la intimidad, la miró, y en sus ojos se encendió una chispa de entendimiento.
Se separó de Javier, quien la miraba atónito, y con un gesto coqueto de su mano cerca de su propia cara, le hizo un "adiós" y un "llámame".
Javier se quedó petrificado, viendo cómo su momento de pasión era interrumpido abruptamente.
—¡Espera un momento! ¿Por qué tan temprano?— exclamó Javier, con su voz alta, mientras Aithana y Valeria ya se dirigían hacia la salida.
Pero ellas no se detuvieron.
Ambas salieron casi corriendo, sus risas resonaron mientras dejaban el salón y el eco de la voz de Javier atrás.
Una vez en la calle, se lanzaron al primer taxi que pasó.
Dentro del auto, casi al mismo tiempo, se quitaron los antifaces, y las risas estallaron con más fuerza.
La noche había sido una locura, una mezcla de seducción, celos y un poco de caos, pero definitivamente, había sido mucho mejor de lo que esperaban.
Los planes de Aithana habían funcionado a la perfección, y Valeria había tenido su propia aventura...