César es un CEO poderoso, acostumbrado a tener todo lo que desea, cuando lo desea.
Adrian es un joven dulce y desesperado, que necesita dinero a cualquier costo.
De la necesidad de uno y el poder del otro nace una relación marcada por la dominación y la entrega, que poco a poco amenaza con ir más allá de los acuerdos y transformarse en algo más intenso e inesperado.
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Capítulo 13
El sábado por la noche, Adrian regresa al bar, canta algunas canciones y gana algo más de dinero, pero nada que le haga pensar en dejar las prácticas. Cuando está saliendo del bar, su atención es atraída hacia una mesa discreta, donde un hombre elegante está sentado. Piernas cruzadas de forma relajada, un vaso de alguna bebida en una de las manos.
César.
Adrian pensó en ignorarlo, hacer de cuenta que no vio a su jefe allí, pero era demasiado tarde. El hombre lo llamó para que se sentara con él de manera que dejara claro que no aceptaría una negativa.
—Eres una cajita de sorpresas adorable —dijo César con una sonrisa provocadora—. Me encantaría un show privado...
Adrian se ruboriza e intenta salir de esa situación.
—Se-señor, necesito irme...
Al intentar levantarse, César lo detiene, sujetando con firmeza su muñeca.
—¿Qué pasa, muchacho? ¿Por qué tanta agresividad? ¿No necesitas más dinero?
Adrian no respondió de inmediato. César aflojó el agarre y Adrian aprovechó para retirar su muñeca y masajear la zona.
—Necesito irme —dijo por fin, saliendo del alcance del CEO.
César continuó donde estaba, degustando su bebida, que no era de las mejores, pero para perturbar el espíritu del joven becario ya era suficiente. El millonario llama al dueño del bar para conversar.
Quiere saber por qué Adrian necesita tanto dinero. ¿Adicción a los juegos? ¿Deudas? ¿Prestamistas tal vez...? Pero el hombre no sabía responder.
Adrian fue directo a casa. Estaba aturdido por esa actitud de su jefe. "Y si necesito pedirle dinero... No. Eso no...", esos pensamientos lo consumían y el miedo a tener que recurrir a ese hombre lo hacía tener escalofríos.
El domingo, Adrian fue a visitar a su hermana y, para su alivio, ella parecía mejor. Incluso parecía más sonrojada, aunque su expresión era muy seria.
—¿Qué cara es esa? Parece que vas a golpear a alguien —bromeó Adrian, soltando la mochila y yendo hacia su hermana.
—Tenemos que hablar, señor Adrian.
—Uiiii, ahí viene.
Adrian se sentó al lado de Amanda, ella lo abrazó, aún con la expresión enfadada.
—¿Cómo estás consiguiendo dinero, Adrian? No has hecho un trato con prestamistas, por favor, ¿verdad?
—No, claro que no.
Contraer deudas con un prestamista era como firmar un contrato de deuda eterna con el diablo que jamás se saldaría.
—Adrian, dime la verdad... ¿De dónde sale ese dinero?
Adrian suspiró. No podía ni quería contar lo que había tenido que hacer, pero sabía que cualquier excusa que inventara, ella lo notaría.
—Con mi jefe... Hice algunos trabajos para él.
Amanda lo analizó.
—¿Qué tipo de trabajos? Adrian, por el amor de Dios, no te estás... vendiendo?
Amanda entendía las cosas con mucha facilidad y Adrian desvió la mirada, no iba a admitirlo, sabía lo que su hermana iba a decir.
—Madre mía, Amanda, creo que tus neuronas ya se han ido. —Intentó bromear—. Claro que no. Te amo, pero ni por ti sería capaz de hacer algo así. —Mintió él—. Hice algunas reparaciones para él y además, firmaron mi contrato, lo que me hace ganar más que un becario.
Otra mentira, pero era eso o decirle a su hermana que le había chpdo al CEO de la empresa donde trabaja, para poder pagar su tratamiento. Amanda pareció más aliviada al saber eso. Para ella sería insoportable saber a lo que su hermano menor se estaba sometiendo por su culpa. Ella era quien debía cuidar de él y no al revés.
El resto de la visita fue tranquilo, Adrian contó que había cantado en la cafetería de Mara y algunas personas lo habían elogiado y continuaron conversando sobre asuntos triviales, hasta que Adrian se durmió al lado de su hermana. Ella se quedó mirando el rostro cansado de su hermano y en ese momento deseó desde el fondo de su corazón que lo que él había dicho fuera verdad. Se sentía egoísta y débil por estar arruinando la joven vida de su hermano.