Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
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DE VUELTA.
...Reachel:...
Santos había estado fuera casi tres semanas, hoy cumplíamos un mes de casados y no estaría aquí, lo más seguro sería que ni siquiera se acordara.
Las visitas del Abogado se pospusieron para hasta cuando el volviera.
Todos los días por las tardes después de volver del trabajo, tomaba los libros de arquitectura, y comenzaba a leerlos, esto para tener preguntas qué hacerle a Santos cuando vuelva.
Salí de mis pensamientos cuando Franco entró por la puerta.
— ¿Que haces aquí? Tienes prohibida la entrada a la empresa. — Me levante de mi asiento.
— Vi que tu secretaria no estaba y decidí entrar.
— Lárgate. — Le grité cuando se sentó.
— Solo vine a ver cómo estabas,
a preguntarte si nececitas algo. — Fingió una voz dulce.
— No soy tan crédula para tragarme tu falsa preocupación. Vete o llamo a seguridad.
— Está bien. — Se puso de pie— Solo vengo a decirte que ya me llegó la demanda, que el perro de tu marido puso en mi contra.
— ¿Y que? Te lo mereces, por tu culpa tres hombres murieron, mereces pasar tu vida en la cárcel.
— Eso es lo que les gustaría a todos, deshacerse de mi, pero no les sera tan fácil, toda la vida me han hecho menos, yo tambien valgo. — Se apuntó así mismo enojado.
— Lo valías, pero dejaste que tu rencor te controlara — El era mi hermano, a pesar de todo yo lo amaba.
— No hables como si supieras lo que me pasa, por que nunca nadie ha sabido entenderme. Tu siempre preferíste a Elliot antes que a mi.
— No es verdad, solo que con el me entendía mejor, tu siempre me molestabas y me hacías llorar, era natural que me sintiera más cómoda con el.
— Yo soy tu hermano, de la misma madre y padre y aún así siempre lo preferiste a él.
— Eso no es verdad.
— Como sea. — Me hizo gestos con la mano. — Dile al oportunista de tu esposo que retire la demanda o te las verás conmigo. — Me amenazó.
Lo vi directo a los ojos posando mis manos sobre el escritorio. — No te tengo miedo, ya una vez intentaste matarme.
Observó la oficina y vio la cámara, así que se acercó para susúrrame. — No eras el objetivo.
Trague saliva nerviosa. Me quedaba claro que era capaz de todo.
— Vete.
— Por ahora estás protegida, pero no siempre será así.— No entendí que quizó decir con eso. — Haz lo que te digo o destruire tu querida empresa.
El se fue, me tomo mucho tranquilizarme después de eso.
Continué trabajando, tenía una pila de cosas sin tocar.
...****************...
Para la hora de la comida tuve una visita inesperada.
— Señora Reachel, está aquí el señor Edgar Bolat, solicita hablar con usted.
¿Bolat? ¿Que querrá?
— Adelante Gema, que pase por favor.
Un momento después mi secretaria ya estaba guiándo al amigo de mi padre dentro de la oficina.
— Reachel mi pequeña ¿como has estado?
— Bien, con mucho trabajo, pero bien.¿Como está usted? — Tomó asiento.
— Bien, ya recuperado de los golpes de esos rufianes.
— Me alegro ¿A que debo su visita?
— Solo venía a ver si necesitaba algo y tal vez invitarte a comer.
— Por el momento estoy un poco atareada, pero se lo agradezco, podríamos dejarlo para otro día.
— Si puedo ayudarte en algo, sabes que cuentas conmigo.
— Muchas gracias. Estoy esperando que Santos vuelva de su viaje, para me ayude a tomar algunas decisiones.
— Ya veo. — Se quedó un momento pensativo. — ¿Me permites darte un consejo?
— Claro.
— No confíes tanto en el. — Lo observé confundida. — Me parece que puede estar un poco celoso de que tengas la presidencia.
— ¿Santos? No el jamás. — Negué también con la cabeza.
— Se que lo conoces desde niña y que es como tu hermano, pero créeme, en cuanto comiences a querer tomar decisiones por ti misma, las discusiones van a surgir.
— Santos solo me apoya, el me esta enseñando.
— Solo no permitas que el te diga lo que tienes que hacer¿de acuerdo? — Me quede sopesado un poco sus palabras. — Permíteme ayudarte con algo, para que puedas avanzar un poco.
Tomó una de las carpetas del escritorio sin esperar a que yo aceptara su ayuda.
— No se preocupe, esperaré a que Santos vuelva.
— Tonterías ya estoy aquí. — Comenzó a leer los papeles.
Era sobre un proyecto de un fraccionamiento.
— Puedes aceptar este proyecto, es bueno.
Dudé un momento. — No lo sé en verdad quisiera la opinión de Santos.
— Te lo dice un beterano mi niña. — Seguia insegura. — Mira, el plan de negocios es bueno, el capital para inversión es decente y tomando en cuenta en cuanto quieren vender cada propiedad la utilidad, sería fantástica.
—¿De verdad lo cree?
— Por su puesto, déjame ayudarte y así ya no tienes que esperar a Santos.
Ya no podia tener trabajo acumulado, necesitaba poner algunos planes en marcha.
— Muy bien.
Tomé la carpeta y tomé el bolígrafo.
— ¿Que crees que haces?
— Santos. — El entro por la puerta antes de que firmara. Me alegré en cuanto lo vi.
— ¿Acaso no te dijé que no tomarás decisiones sin mi?— Tomó mi muñeca, un poco brusco.
— ¿Que te pasa?
— Dime ¿Por que estás firmando esto? — Su tono no me gustaba nada, el lo sabía, sabía que yo no toleraba que nadie me hablara de ese modo.
Lo fulmine con la mirada. — Por si no te acuerdas, soy la presidente de esta empresa, y si no lo has notado me estás lastimando. — Esto último no era cierto, pero yo tendía a exagerar un poco las cosas.
Se que no es correcto, pero no podía evitarlo. Me molesto mucho que me hablara de ese modo.
Su expresión cambió como si se diese cuenta de lo fuerte de su agarre.
— Perdón, pero ¿que haces? — Me soltó y su tono se suavizó. Acariciaba mi muñeca con su pulgar.
— Iba a firmar esos papeles. — Hice un gesto con mi mano.
— No firmes nada de lo que ese hombre te proponga.
— Este no es un proyecto de Bolat. — Aclaré. — Es uno de los tantos la proyectos sin resolver que están aquí. — Apunté la pila de carpetas.
— Reachel pequeña, es obvio que alguien está cuestionando tu autoridad aqui, paceciera que alguien más quisiera tener el poder de decidir. — Argumentó el señor.
— Eso no es así, solo que creí que era algo relacionado con usted. — Se defendió mi esposo.
— Sigue siendo decisión de ella.
Santos me observó. — Solo desea sembrar discordia.
— No creo que ese sea el caso. Creo que se preocupa. — Le dije a los ojos y el diririgió una mirada fulminante a Bolat. — Pero no te preocupes, jamás pensaría eso de ti. Se que también te preocupas y que sólo es un malentendido.
Su postura se relajó y asintió con la cabeza.
— Ya no es necesario que este aquí para ayudar, ya llegue, ya puede retirarse. — Lo corrió Santos.
— Santos. — Lo regañé.
— No te preocupes mi pequeña, nos vemos luego, dejó solos a los hermanos.
— No somos hermanos, somos esposos.
Me inquieté, era la primera vez que negaba la primera y afirmaba la segunda.
Bolat emitió una sonrisa diplomática. — Claro muchacho.
Una vez que se retiró Santos se giró hacia mi.
— ¿Te ayudo con esto?
— En realidad voy a ver a Gretel, tengo una cita con ella para terminar de definir el diseño de la oficina de su casa, su esposo ya volvió pero ella le inventó que será un espacio de juegos para el bebé.
— ¿Te acompaño?
Estreche mis ojos. — ¿Acaso tienes ganas de ver a esa mujer?
— Tengo ganas de estará contigo, te extrañé. — Tomó un poco de mi cabello y comenzó a acariciarlo.
Me puse nerviosa. Estoy segura de que estaba roja. — Está bien.
El se estaba acercando demasiado.
Mi teléfono sonó y me exalté.
— Diga. — Respondí.
Emitió una sonrisa y dio un paso hacía atrás.
— Si Gretel ya vamos. — Colgué la llamada. — Debemos irnos.
Tomé mis cosas, el me siguió posando su mano en mi cintura al abrirme la puerta.
Era mi imaginación o el se estaba comportando un poco descarado.
Yo debí estará malinterpretando esto; Aunque no importaba yo estaba decidida a decirle lo que sentía hoy en la noche cuando estuviéramos en casa.
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Gretel nos abrió la puerta de su casa.
— Adelante, pasen por favor. — Nos hizo una seña con su mano. — Santos no sabía que ya habías vuelto.
— Volví hace unas horas.
— Espero que hayas podido sulucionar tus asuntos.
— Fue un poco difícil, pero todo salió bien. — Contestó mi esposo.
Nos guió hasta a el Salón. Ahi había una mujer, tenía el cabello corto y su ropa era extraña, un poco exótica. Aun así podia ver su belleza.
— Los presentó, ella es Cora, es mi cuñada, mi esposo no ha querido dejarme sola así que la mando para cuidarme.
— Mucho gusto Cora. — Dijé.
— Un gusto señorita. — Santos le dirigió una sonrisa.
— Un gusto. — Ella evaluó a mi esposo de pies a cabeza. — Tienes unos ojos muy hermosos ¿no te lo habían dicho?
Santos se incomodó, pero respondió de modo amable. — No ha sido así, pero agradezco su cumplido.
La mujer sonrió y no le quitaba la vista de encima.
— La comida ya está lista ¿por que no somos a comer?
Gretel nos guió hasta el comedor.
Ella me había invitado a comer antes de que habláramos de trabajo y yo había aceptado, también por eso en párte no acepté la invitación del señor Bolat.
La silla que estaba a la cabeza a de la mesa quedó vacía, supongo que es lugar de su esposo.
Ella y su cuñada estaban de un lado y Santos y yo estábamos de otro, quedando Santos frente a Cora y Gretel frente a mi.
— La comida está deliciosa. — Dijé cuando terminamos de comer.
— Cora la preparó, entre ella y mi esposo no me dejan hacer nada.
— Tenemos que cuidarlos a ambos.— Cora tocó el vientre abultado de Gretel.
— Pues esta deliciosa felicidades. — Elogié.
— Gracias.— Dirigió su vista a Santos, quien para sorpresa de nadie comía su segundo plato. — ¿Que tal tu, te gusto?
Santos se limpió con una servilleta y después de tragar habló.
— Si esta muy bien. — Respondió.
— Dicen que la mejor manera es de conquistar a un hombre es a través de su estómago. — Cora dejó su mirada puesta en los ojos de Santos. —- Espero esta noche se me haya cumplido.
Ella le sonrió de manera pícara y él se giró incómodo a verme.
Yo estaba que hachaba lumbre. Apreté mi tenedor con fuerza y prácticamente la fulminé con la mirada, pero ella parecia estar perdida en el hombre a mi lado.
Después nos llevaron el postre. Para mi sorpresa era pie de limon.
— Reachel, una vez Santos me dijo que era tu favorito, por lo que al invitarte a comer decidí preparártelo. — Me informó Gretel.
— Muchas gracias, si es mi favorito.
Todos y cada uno comimos nuestra respectiva rebanada, para mi sorpresa fue uno de los más deliciosos que he probado.
—Creo que voy a repetir. — Informó Gretel.
— Me gustaría un poco más también. — Dijé apenada.
— ¿Santos? — Preguntó la Pelona. — ¿Te gustaría otro poco.
— Claro. — Asintió el.
Ella se levanto para ir por el postre.
— Les pido disculpas por el comportamiento de Cora, ella es así, dice lo que piensa y no le importa mucho si está bien o mal. Hablaré con ella después de esto. — Se disculpó Gretel.
— Está bien, no hay cuidado. — Dijó Santos.
¿Como que no había cuidado? La mujer le estaba coqueteando en mis narices, le rozaba la mano, le sonreía, incluso ella se reía de cosas que Santos decía y no eran graciosas. ¿Cual era la puta necesidad?
Cuando volvió solo lo hizo con dos platos.
Le entrego uno a Santos y el otro para ella.
— Ya te traen el tuyo linda, es que se termino uno, pero afortunamemte hicimos de más.
— No te preocupes, pensándolo bien creo que ya estoy muy llena.
Santos tomó el postre y lo colocó frente a mi.
— Tómalo.— Me sonrió.
— Este es el tuyo.
— Compartiremos igual que siempre. —Lo acepté solo por que venia de él. Tomé el primer bocado. — Dame. —Me pidió.
— No, espera el tuyo. — Alce mis cejas.
— Puedo darte un poco del mio. — Le ofreció Cora.
Yo probé otro bocado, ya no iba a escuchar a esa mujer.
El tomo mi mano con la cuchara que se dirigía a mi boca y la dirigió hacía el probando el postre, la cuchara se deslizó suavemente por sus labios.
Pase saliva ante el acto. Fantasee con besarlos de nuevo. Siempre hacíamos eso y siempre me pasaba lo mismo.
Me obligue a salir de mis pensamientos.
— Reachel tienes un poco de crema. — Gretel apuntó hacia la comisura de su boca haciendo referencia, que de ahí estaba manchada.
Tome la servilleta para limpiarme, pero justo antes de que lo hiciera.
— Permíteme. — Santos se acercó y con su boca me quitó la crema que tenía. — Me parece que así sabe mejor.
Mi cara debió pasar por mil colores.
Gretel sonrió y Cora se puso seria.
Cuando terminamos los postres yo me dirigí con Gretel a terminar detalles del proyecto, mientras que Santos y Cora charlaban.
No podía concentrarme en el trabajo de estar pendiente de esos dos.
— No te preocupes, Santos nunca haría nada indebido.
— Lo se, es tu cuñada en quien no confío.— Gretel se sorprendió por mi sinceridad.— Lo siento, pero el la verdad.
— No te preocupes. Pero deverias concentrarte, el sabrá ponerle un alto.
— Esta bien.
Me obligue a concentrarme, sobre todo por que no estaba siendo profesional con mi cliente en su proyecto.