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Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido
Popularitas:478
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

En la Ciudad de México, como en cualquier otra ciudad del mundo, los jóvenes quieren volar. Quieren sentir que la vida se les escapa entre las manos y caminar cerca del cielo, lejos de todo lo que los ata. Valeria es una chica de secundaria: estudiosa, apasionada por la moda y con la ilusión de encontrar al amor de su vida. Santiago es todo lo contrario: vive rápido, entre calles peligrosas, carreras clandestinas y la lealtad de su pandilla, sin pensar en el mañana.

Cuando sus mundos chocan, la pasión, el riesgo y el deseo se mezclan en un torbellino que los arrastra sin remedio. Una historia de amor que desafía reglas, rompe corazones y demuestra que a veces, para sentirse vivos, hay que tocar el cielo… aunque signifique caer.

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Doce

Santiago se tira en la banca improvisada del gym de barrio —ni siquiera era un Gold’s ni nada fresa, era el clásico local con paredes llenas de graffitis deslavados de Molotov y Café Tacuba, espejos quebrados y mancuernas parchadas con cinta negra. El sudor olía a fierro oxidado y a loción barata que algún vato se echaba antes de entrenar.

Le dolían los hombros, pero no se rajaba. Bajaba las pesas hasta casi tocar el suelo, luego las levantaba con rabia, como si cada repetición le sacara un poco de la frustración que cargaba encima. Sus brazos ya se notaban más marcados, no mucho, pero lo suficiente como para que en el microbús de luces neón que tomaba rumbo a Indios Verdes lo miraran distinto. Hasta la doña de las quesadillas afuera del tianguis de Tepito le había dicho:

—¿Qué onda, Santi? Ya hasta te ves más ancho, ¿qué te andas metiendo, chavo?

Él solo sonrió, presumiendo su licuado mañanero de proteína chafa con leche en bolsa y un huevo crudo. “Nada de chochos todavía”, pensaba, “esto es puro barrio, pura disciplina”.

Al gym lo acompañaban siempre el Pollo y el Kevin, compas que había hecho entre barras oxidadas, reguetones mal conectados y el eterno radio a todo volumen que alternaba Caifanes con Jaguares.

Un día, en pleno lunes de entrenamiento, entra el Chuy. No era italiano ni nada, era un bato moreno con acento chilango marcado, pero como había vivido un tiempo en Jerusalén se le quedó el apodo. Alto, fornido, de esos que parecen hechos para meter miedo, todos lo respetaban porque ya varias veces había tumbado a borrachos en las pedas de Insurgentes a puro derechazo.

—¿Qué, nadie se rifa unas lagartijas conmigo? —tronó la voz del Chuy, mientras se quitaba la sudadera con un movimiento que dejaba ver unos pectorales que parecían armadura de gladiador.

Todos se hicieron los sordos. El Pollo y el Kevin voltearon a ver las paredes llenas de grafitis: “Poder Cholo”, “Resiste Tepito”, “Molotov 99”. Nadie quería quedar en ridículo contra el Chuy, menos en frente de todos.

—Órale, ¿qué, les da miedo? —insistió, sonriendo con esa mueca pesada.

Entonces Santiago, todavía adolorido pero con el orgullo más grande que los bíceps, levantó la mano.

—Va, yo jalo.

El Chuy lo miró de pies a cabeza y soltó una risita de esas que no sabes si son de burla o respeto.

—Cámara, morro, vamos allá atrás.

Entraron en una sala chiquita, casi bodega, donde había colchonetas viejas y un ventilador que apenas giraba. Se pusieron pecho tierra.

—A la de tres. Una… dos… tres.

Las manos al piso, los codos flexionando, el sudor chorreando. Santiago aguantaba como podía, contando cada flexión como si fuera un boleto más para dejar de ser invisible en esa jungla de concreto. El Chuy no parecía cansarse nunca, sus brazos bajaban y subían con una cadencia que humillaba.

Al final, Santiago se desplomó contra el suelo, jadeando como perro callejero en asfalto caliente. El Chuy hizo cinco más, rápidas, casi de exhibición, y se levantó como si nada.

En vez de burlarse, le dio una palmada en la frente.

—Bien, morro, vas chido. Te falta barrio todavía, pero tienes hambre, y eso vale más que los músculos.

Santiago sonrió, dolido pero con el orgullo inflado. Afuera, el Pollo puso en la grabadora un casete de El Tri a todo volumen. El gym entero volvió a su rutina como si nada, pero Santiago ya no era “el nuevo”. Ahora todos lo miraban distinto.

Y él, con los brazos ardiendo, pensaba en silencio: “algún día me lo voy a chingar”.

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Maria Consuelo Rodriguez Berriz
Me gusta tu Novela, el contexto juvenil dónde se desarrolla es muy agradable. Gracias.
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