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Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido
Popularitas:496
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

En la Ciudad de México, como en cualquier otra ciudad del mundo, los jóvenes quieren volar. Quieren sentir que la vida se les escapa entre las manos y caminar cerca del cielo, lejos de todo lo que los ata. Valeria es una chica de secundaria: estudiosa, apasionada por la moda y con la ilusión de encontrar al amor de su vida. Santiago es todo lo contrario: vive rápido, entre calles peligrosas, carreras clandestinas y la lealtad de su pandilla, sin pensar en el mañana.

Cuando sus mundos chocan, la pasión, el riesgo y el deseo se mezclan en un torbellino que los arrastra sin remedio. Una historia de amor que desafía reglas, rompe corazones y demuestra que a veces, para sentirse vivos, hay que tocar el cielo… aunque signifique caer.

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Once

—Toca, toca aquí, puro fierro macizo, carnal. Pero no fierro viejo, ¡acero inoxidable! —gritó el Kevin, un tipo chaparro pero ancho como ropero, con cara bonachona y mirada de niño travieso. Levantaba su brazo y enseñaba el bíceps sudado frente al espejo empañado del gimnasio de colonia popular, ese que tenía en la entrada un mural grafiteado con letras cholas y un Santo pintado en aerosol.

—¿Todavía con esas mamadas? —le contestó el Pollo, flacucho pero con lengua afilada—. Si con un piquete de aguja de las del doctor Simi te desinflas, wey.

Le dio un zape y luego una palmada sonora en el hombro.

—Esto sí es real: sudor, taquitos de suadero y coca de vidrio pa’ recuperar el azúcar. Lo tuyo es puro atún y proteína gringa.

—No mames, pinche ñango —contestó Kevin, inflando el pecho como paloma buchona—. Yo me aviento ciento veinte en la banca, ¿cuándo los vas a cargar tú, chaparro?

—¡Ahorita, perro! —se prendió Pollo—. Dame chance y te doblo la marca. Mira, eh…

Kevin se acomodó bajo la barra oxidada, los discos llenos de cinta adhesiva para que no se zafaran. Jaló aire, la bajó lento hasta rozarse el pecho y la subió con esfuerzo.

—¡Uno! —gritó como si hubiera anotado gol en el Azteca.

—¡Dos! Y si quiero le meto más peso, nomás pa’ que arda el asunto.

Pollo no se esperó y, cagado de risa, le aventó un disco de los chiquitos, de dos kilos y medio, pero justo de un lado. La barra se ladeó feo, como microbús dando vuelta en Eje Central.

—¡Eh, qué pedo, wey! —bufó Kevin, los ojos inyectados—. ¡No mames, me vas a matar!

La barra le cayó de golpe en el pecho y empezó a patalear.

—¡Quita esta madre, cabrón, me estoy ahogando!

Pollo se doblaba de risa, revolcándose en el suelo como si estuviera escuchando un chiste en la fila de las tortillas.

—¡Ay, wey, ya no aguantas nada! Yo me la aviento hasta con dos discos más, ¿qué, jalas? ¡Órale, empuja, puto, empuja! —le gritaba casi en la cara.

Los chavitos más morros, que estaban con las pesas rusas pintadas con esmalte negro, se voltearon a ver, nerviosos. Al ver que el Kevin ya estaba morado, corrieron a levantar la barra y lo salvaron.

Kevin se paró todo sudado, respirando como microbusero subiendo Periférico.

—¡Te voy a partir tu madre, Pollo!

Y salió hecho la mocha tras él. El Pollo corría esquivando aparatos, aventándole mancuernas de tres kilos como si fueran balones de básquet. El ruido metálico rebotaba contra el piso de mosaico resquebrajado.

En la persecución, Pollo se enredó y fue a dar directo hacia la escalera que llevaba a los vestidores de las morras. De un empujón chocó con una chavita que salía con su toalla. La puerta se abrió y el escándalo fue total: un grupo de muchachas que se cambiaba para la clase de aeróbics se quedó en shock.

—¡No mamen! —gritó Pollo con ojos de plato, viendo piel por todos lados.

Kevin, en los escalones, se quedó mudo, con la baba a punto de escurrir.

—No puede ser, wey… esto es como entrar al paraíso en el Viaducto.

—¡Pinches nacos, lárguense a la verga! —les gritó una, aventándoles la puerta en la jeta.

Ambos quedaron unos segundos callados, procesando la escena. Luego Pollo lo codeó, muerto de risa.

—¿Viste a la del fondo? No mames, parecía portada de H para Hombres.

—¡Qué portada ni qué madres! —contestó Kevin, con ojos brillosos—. ¿Viste ese culazo de la de la izquierda? Eso ni en Playboy, compa.

—Nel, yo no le hago el feo a nada, ya me conoces, no soy marica como tú. —Le soltó Pollo con sonrisa de cabrón.

Ambos estallaron en carcajadas y retomaron la persecución entre las barras.

Mientras tanto, Santiago, nuevo en el barrio, hojeaba la ficha que le había dado Pancho, el entrenador que siempre andaba con pants Adidas falsos del Tepito.

—Empieza con cuatro series de aperturas, morro. Con mancuernas de cinco kilos, pa’ que vayas agarrando base. Ya después le metes duro, como la gente de barrio que se respeta.

Santiago, sin chistar, agarró las pesas despintadas, con el sudor seco de generaciones anteriores, y se acomodó en el banco entre el ruido de Molotov que tronaba desde la grabadora:

“Dame, dame todo el power…”

1
Maria Consuelo Rodriguez Berriz
Me gusta tu Novela, el contexto juvenil dónde se desarrolla es muy agradable. Gracias.
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