Fui la mujer perfecta
En la oscuridad descubrí el placer, descubrí que mis piernas no eran para cerrar, que mi lengua podía acariciar y herir con el mismo arte.
Aprendí a gemir con rabia y a dominar con las caderas.
Ahora regreso. Con vestidos de seda y piel perfumada, con un cuerpo que aprendí a usar como un arma.
Él cree que vuelvo para cumplir aquella promesa. Cree que aún soy suya.
La mujer perfecta ha muerto. Lo que queda… es una diosa del placer y la venganza.
No viene a buscar amor. Viene a cobrar.
NovelToon tiene autorización de Gloria Escober para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
un paseo para enamorarse
La cena estaba servida en el gran comedor de la mansión. Las luces del candelabro brillaban sobre la mesa, decorada con platos finos y copas de cristal. Todo debía parecer perfecto, porque esa noche los padres de Víctor eran los invitados de honor. La bofetada a Mónica había pasado, como quien dejo caer un plato, y luego todo se resuelve Mónica quiso irse pero sus padres no se lo permitieron
Angeline estaba sentada con la espalda recta, como le había enseñado su madre. Llevaba un vestido blanco sencillo, de encaje discreto, que resaltaba su piel clara y sus facciones delicadas. No decía una palabra más allá de lo necesario, sonreía cuando era oportuno, y respondía con humildad a los halagos de la señora Jones
—Qué niña tan educada —dijo la mujer, tomando un sorbo de vino—. Tiene una gracia que ya no se ve en las muchachas de hoy.
—Gracias, señora —dijo Angeline con voz baja, bajando la mirada—. Mi madre me ha enseñado a comportarme con decoro.
—Y lo haces muy bien —añadió el señor Jones—. Víctor, tienes buen ojo.
Víctor sonrió, orgulloso, mientras Mónica rodaba los ojos, visiblemente molesta. Llevaba un vestido rojo ajustado, más atrevido que el de su hermana, y durante toda la cena apenas había tocado la comida.
—Claro —soltó Mónica de pronto—. Ella es la joya de la familia. Obediente, calladita, perfecta para ser encerrada en una vitrina como adorno.
—Mónica —dijo su madre en tono de advertencia.
—¿Qué? Solo digo la verdad. Angeline no tiene opinión propia, no dice lo que piensa, siempre hace lo que le ordenan. No sé cómo eso puede ser admirable.
—Basta —intervino el padre, severo—. No arruines esta cena.
Angeline tragó saliva. Sentía la tensión, pero no decía nada. Lo había aprendido desde pequeña: guardar silencio era su forma de proteger la paz.
—Si cometí un error, lo siento —dijo suavemente—. No quise incomodar a nadie.
—Tú nunca incomodas, hija —respondió su madre—. A diferencia de otras...
Mónica empujó su silla hacia atrás y se puso de pie con brusquedad.
—¿Saben qué? Me voy. No voy a sentarme a ver cómo me reemplazan delante de todos.
—¡Mónica! —gritó su madre.
—Déjala —dijo Angeline de inmediato, levantándose también—. Yo iré a hablar con ella. Seguro solo está molesta.
—Angeline... no es tu responsabilidad —dijo Víctor, intentando detenerla—. Quédate conmigo.
Pero Angeline negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa leve.
—Si no voy, esto se pondrá peor. Y tú sabes que siempre soy la que termina cediendo. No me importa... si con eso hay paz.
Salió al jardín donde su hermana fumaba, con los ojos rojos de rabia contenida.
—¿Qué quieres ahora, santa Angeline?
—Nada —dijo ella, calmada—. Solo vine a estar contigo.
—¿Estás feliz? Te van a entregar a Víctor como un trofeo. Qué suerte tienes. No tienes que pelear por nada.
—No es suerte —respondió Angeline en voz baja—. Y tampoco lo pedí.
—¡Exacto! No lo pediste, ¡y aun así te lo dan! ¡Todo! A mí nadie me regala nada. Me lo tengo que ganar con uñas y dientes. Pero tú... tú solo inclinas la cabeza, sonríes y el mundo se arrodilla.
Angeline se quedó en silencio unos segundos. Luego habló:
—Quizá sí me arrodillo... pero no porque quiera el mundo a mis pies. Lo hago para que la gente deje de pelear, para que dejen de gritar, de lastimarse. Y si eso te parece debilidad... entonces sí, soy débil.
Mónica la miró, sorprendida por ese tono calmo, pero firme.
—¿Y Víctor? ¿Lo amas siquiera?
Angeline no supo qué responder. Su corazón era una mezcla de confusión y esperanza.
—No lo sé... pero quiero intentarlo. Y si él me respeta, lo respetaré también. ¿Eso está mal?
Mónica bajó la vista. No respondió. Solo aplastó la colilla del cigarro contra una maceta y murmuró:
—Te van a romper el corazón. Y ojalá estés sola cuando pase, para que entiendas lo que es sentirse reemplazada.
Angeline tragó saliva, sintiendo un pequeño nudo en el pecho.
—Si eso ocurre, aún así no te desearé el mal. Eres mi hermana, aunque no me quieras.
Y sin decir más, regresó a la casa con los ojos brillosos. Su sumisión no era por miedo, sino por amor. Y su bondad, aunque frágil, era su forma de resistir en un mundo que no perdonaba a las suaves.
A la Mañana siguiente
Angeline se miró en el espejo una vez más. Su vestido era sencillo, celeste pastel, con mangas suaves de gasa. Se había peinado el cabello en una trenza lateral y no llevaba más que un toque de brillo en los labios.
—Estás hermosa —le había dicho su madre al verla salir—. Recuerda: hoy es tu primer día como la novia de Víctor. Compórtate como tal.
“Como tal…” repitió en su mente, mientras el auto la llevaba a la finca de los Jones, donde Víctor la había invitado a pasar el fin de semana.
Al llegar, él la esperaba en la entrada. Traje informal, camisa blanca arremangada, sonrisa encantadora. Pero sus ojos la desnudaban con descaro. Siempre lo hacían.
—Llegaste tarde, muñeca —dijo en tono juguetón, aunque en su voz había algo de reproche.
—Lo siento, el chofer tardó más de lo previsto —respondió Angeline, bajando la mirada.
Él se acercó y la besó en la mejilla. Su mano fue a su cintura y la apretó con una fuerza que ella no esperaba.
—No me gusta esperar.
Ella asintió, sin protestar.
Durante el almuerzo, Angeline se mantuvo callada. Víctor hablaba de negocios, de sus planes, de cómo pensaba modernizar la empresa de su padre. Ella lo escuchaba con atención, asintiendo en todo.
—¿No opinas nada? —preguntó él de pronto—. Me gusta que una mujer escuche, pero también que tenga ideas.
—No estoy muy segura de entender sobre empresas... pero me parece que tus ideas son buenas —dijo con sinceridad.
Él sonrió satisfecho.
—Eso me gusta. Que reconozcas lo que hago bien.
________________________________________
Por la tarde salieron a caminar por los jardines. El sol caía despacio y el viento acariciaba las hojas de los árboles. Angeline quiso detenerse a admirar las flores.
—¿Qué haces? —preguntó Víctor.
—Son bellas... quería tocarlas.
—Tú eres más bella. No necesitas perder el tiempo con flores.
Angeline sonrió, algo confundida, pero siguió caminando a su lado.
Más adelante, pasaron junto a los establos. Uno de los empleados —un joven rubio de mirada curiosa— la saludó con una leve sonrisa. Ella respondió con un gesto cordial.
—¿Lo conoces? —preguntó Víctor, deteniéndose en seco.
—¿Perdón?
—El muchacho que te sonrió. ¿Lo conoces?
—No... solo fui amable. Me saludó, nada más.
Él se acercó un paso más.
—No quiero que sonrías a otros hombres, Angeline. Tú eres mía. ¿Entiendes?
—Sí… claro.
—No me gusta compartir lo que es mío. Ya bastante tuve que esperar a que crecieras para poder tenerte.
Ella tragó saliva, nerviosa.
—No lo haré de nuevo.
—No me gusta repetirme —dijo él, pero enseguida cambió el tono, le acarició el rostro—. Sé que eres buena. Por eso te elegí a ti, y no a otra.
________________________________________
Esa noche, ella se duchó en silencio, con la mente revuelta. ¿Era amor? ¿O era miedo lo que empezaba a sentir? Al salir, se envolvió en una bata de seda que él le había dejado en la habitación. “Para que duermas como mi reina”, había dicho.
Se miró en el espejo y no se reconoció. Se sentía como si empezara a pertenecerle. Como si, sin darse cuenta, ya estuviera cambiando.
Cuando él entró sin tocar, se asustó un poco.
—¿Te asusté? —preguntó.
—Un poco.
—Relájate. Soy tu novio, ¿no? Quiero ver cómo te queda la bata. Te ves hermosa...
Él se acercó, la tomó de la cintura y la besó. Fue un beso largo, profundo, más posesivo que tierno. Ella no supo si corresponder o quedarse quieta. Al final cedió.
—Víctor...
—Shh... no digas nada. Solo déjate cuidar.
Y ella lo hizo. Porque le habían enseñado que amar era ceder, que ser una buena mujer era entregar sin preguntar. Y aunque algo dentro de ella pedía ir más despacio, el resto se rendía ante él, como una flor que se dobla al viento.
Él la rodeó con los brazos y murmuró junto a su oído, en voz baja, casi devota:
—Eres la mujer perfecta, Angeline.
Y eso, por primera vez, no le sonó a un cumplido… sino a una sentencia.
Victor a tenido paciencia con Angeline está enamorado realmente o siente culpa por lo que le pasó.
Son muchas interrogantes y ya uno siente ansiedad por saber.
Porque ese suspenso que nos tienen como fue y porque se transformó en Débora y no siguió siendo Angeline.
Que tendrá que ver Victor y su hermana
🤔🤔🤔🤔🤔❓❓❓❓❓