Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Sombras del pasado 2.
Minutos después, las unidades de emergencia acudieron en cuanto recibieron el llamado.
Tres ambulancias llegaron al lugar, y de una de ellas se bajó un joven rubio, de unos treinta años.
—¡Dime que no es cierto! —exclamó el chico, titubeando, con miedo de avanzar—. El auto que está prensado en el medio… es el de mi hermano, Cristóbal.
—Camilo, por favor, si los conoces, recuerda el juramento —intentó detenerlo uno de los superiores.
—¡Déjame ver! —gritó el joven, zafándose del agarre. Corrió directo hacia el lugar del accidente.
—No… no… ¡Esto no puede ser posible!
Camilo cayó de rodillas al suelo, y sus gritos fueron desgarradores.
—¡Es mi hermano! ¡Y mi sobrino está en la parte de atrás!
La escena conmovió a todos. Ese día, la vida de Gabriel se apagó, mientras que Cristóbal se debatía entre la vida y la muerte.
—¡Rápido, sáquenlos de aquí! —ordenó Camilo, luchando con todo su dolor para liberar a su hermano de entre las latas comprimidas.
En el auto trasero, otro joven también luchaba por su vida.
—Masculino, 25 años, Dante López. Es oficial de la Guardia Costera —informó una paramédico con pesar.
—Pobre chico… —murmuró, conmovida.
—Si sobrevive, irá a prisión. Ha ocasionado la muerte del niño… y del pasajero del auto de adelante.
No muy lejos de ahí, Diana se bajó de su coche al ver a Lucrecia.
—Señora, devuélvame a mi hijo. Me iré lejos, y por fin descansará de mí —le dijo con el pecho oprimido por un presentimiento.
—Gabrielito está con mi hijo. Me dijo que lo llevaría a dar una vuelta —respondió Lucrecia justo antes de que su celular sonara.
—Es Camilo, dame un momento.
Lucrecia notó que la mujer había llorado. Imaginó que algo no estaba bien.
—Madre… tienes que ser muy fuerte. Mi hermano… madre, mi hermano tuvo un accidente…
El mundo de Lucrecia se derrumbó.
—¡Dime que mi hijo está bien! ¡Dime que Cristóbal sobrevivió!
—¿Qué? Señora, no me asuste. ¿Qué le pasó a Cristóbal? ¿¡Mi hijo está con él!? ¡Hable, por favor! —Diana, desesperada, sacudió la chaqueta de Lucrecia.
—Sufrió un accidente, Diana. Vamos juntas.
Camilo les envió la dirección. Diana, temblando de los nervios, hizo un esfuerzo por mantenerse en pie, por su hijo.
Camilo no fue capaz de decirle a su madre que Gabriel había muerto.
Cuando ambas llegaron al lugar, lo que vieron las devastó por completo:
El cuerpo del pequeño fue retirado envuelto en una sábana blanca.
—¡No… mi niño no, no puede estar muerto! ¡Déjenme verlo! —gritó Diana, incrédula, abriéndose paso entre la multitud.
Algunos solo observaban. Otros seguían trabajando.
—¡Mi hijo! ¡Mi bebé! —Los gritos de aquella madre fueron tan fuertes, que más de uno soltó lágrimas.
—Pobrecita… cuánto dolor —susurró un espectador.
—¡Déjenme verlo! ¡Gabriel! ¡Mi pequeño! ¡Mamá está aquí!
En ese momento, Camilo se acercó y la sujetó con fuerza.
—Diana… no hay nada que hacer. Gabriel ya estaba sin vida cuando llegamos…
Sus palabras fueron como latigazos para los oídos y el alma de la mujer.
En ese instante, Diana se desvaneció en los brazos de Camilo.
Horas después, despertó en un hospital.
—Mi hijo… —era lo único que podía pronunciar.
Pero por más que deseara que todo fuera un mal sueño, su hijo no volvería.
Cristóbal aún luchaba por sobrevivir… y Dante también.
El accidente fue tan impactante, que los medios solo hablaban del caso.
Muy lejos de allí, Antonella, una mujer de edad avanzada, se acercó al televisor.
—¿Dijo que ese joven se llama Dante López? Mis oídos ya no son lo que eran, pero escuché bien…
Se acercó más, y al ver la fotografía del muchacho, afirmó:
—Es él. Es mi nieto. El hijo de mi Dorian.
Sarah, sabías que no podías ocultármelo para siempre…
Pero la alegría de Antonella no duró mucho.
—Este joven se debate entre la vida y la muerte… si sobrevive, irá directo a prisión.
La familia Quintana dejará caer todo su peso sobre él.
Ni en esta vida ni en la otra le alcanzará para pagar la muerte del niño Gabriel Balmaseda Quintana.
—No… mi nieto no. No lo dejaré solo.
Esa gente cree que por tener dinero pueden aplastar al pobre.
Ayudaré a mi nieto… algo me dice que no es culpable.
En una cama de hospital, el cuerpo inconsciente de Dante permanecía inmóvil.
Su rostro estaba irreconocible, hinchado, conectado a una máquina que lo mantenía con vida.
Pero en su mente, revivía una y otra vez un recuerdo que lo atormentaba.
—¡Dante, ven conmigo! Soy tu tío… juguemos como lo hice con Sarah.
El niño se ocultaba en el bosque, temblando de frío.
Su ropa estaba manchada de sangre.
—Él mató a mi mamá… lo hizo frente a mí.
No es mi tío… ese desquiciado no es mi tío.
El pequeño, traumatizado, se escondía para salvar su vida. Pero, en un descuido, resbaló por un acantilado.
Su grito atrajo la atención del hombre.
—Ahí estás… —murmuró, acercándose.
Comprobó la profundidad del acantilado y, con voz satisfecha, dijo:
—Mi trabajo aquí está hecho.
Pero Dante sobrevivió, y quizás más adelante él mismo nos cuente su historia.