Cuando Seraphine se muda buscando paz, jamás imagina que su nuevo vecino es Gabriel Méndez, el arquitecto que le rompió el corazón hace tres años… y que nunca le explicó por qué.
Ahora él vive con un niño de seis años que lo llama “papá”.
Un niño dulce, risueño… e imposible de ignorar.
A veces, el amor necesita romperse para volver a construirse más fuerte.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Manchados…y no solo de tinta
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...CAPÍTULO 1 ...
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...SERAPHINE DÍAZ ...
Hay momentos en la vida en los que una se pregunta:
¿En qué momento exactamente perdí el control de mi existencia?
Para mí, ese momento es ahora mismo:
Sentada en una camilla del hospital, empapada de pies a cabeza en tinta de impresora como si hubiera peleado con un calamar gigante…y con mi exnovio a mi lado:
Gabriel Méndez
No es como si yo me mantuviera pendiente de él.
Por favor. Tengo dignidad.
Bueno… cierta dignidad.
Pero si “casualmente” aparecen noticias sobre un tal Gabriel Méndez, tampoco es culpa mía. El internet es libre, democrático y chismoso.
Y que él me haya bloqueado de TODAS las redes —¿era necesario bloquearme incluso de Pinterest?— no significa que no tenga maneras creativas de mantenerme… informada.
Ahora tiene veintiocho años, es arquitecto senior en la prestigiosa Montalvo&Co y está por lanzar su propia firma, “MÉNDEZ ARQ”. Leí un artículo diciendo que es “la nueva promesa del diseño urbano contemporáneo”.
Lo leí por accidente.
Porque apareció en mi pantalla.
Sin yo buscarlo.
Obvio.
El atractivo, exitoso, ordenado y arquitecto brillante está sentado a mi lado, con la mano vendada y ese ceño fruncido que dice: te quiero demandar.
Definitivamente, esto no estaba en mis metas del año.
Él me mira.
Yo lo miro.
La enfermera nos mira como si fuéramos influencers haciendo un reto absurdo.
—No puedo creer —empieza finalmente Gabriel, con su voz calmada y profunda— que llevo dos horas respirando el mismo aire que tú… y termine así —levanta su muñeca vendada— por tu culpa.
Mis zapatos hacen squish en el suelo.
Qué humillante.
—A ver —levanto mis manos manchadas— tú te resbalaste solo. Yo no te empujé.
Gabriel entrecierra los ojos.
—Claro. La tinta salió volando de esa caja por arte de magia.
—Ok, sí, tal vez se cayó un poquito…
—¿Un poquito? —señala su camisa, antes blanca—. Parezco la mascota del Carnaval de Río.
Yo murmuro:
—Al menos estás vivo.
Gabriel me mira serio.
—Créeme, Seraphine… prefiero la muerte que un déjà vu contigo.
Cruzo los brazos, indignada.
—Pues qué pena, porque somos vecinos.
Silencio.
El aire se congeló.
Nos miramos horrorizados.
—¿Vecinos? —repite apretando la mandíbula.
—Vecinos —confirmo.
—Es un edificio grande —dice—. Podemos fingir que no existimos.
—Fue un accidente. No seas tan infantil.
—¿Un accidente? —alza una ceja—. Me resbalé como pingüino en hielo. Tú volaste. La caja explotó.
—¡Tú apareciste de la nada! ¡Y el piso estaba mojado!
—Porque TÚ derramaste algo antes —dice marcando cada palabra—. Y luego me gritaste como si fuera un ladrón armado.
—¡Me asustaste!
—¡Solo te hablé! No soy un monstruo.
Lo miro a los ojos.
—Me sorprendí de verte ahí.
Él se queda en silencio.
La enfermera carraspea.
—¿Ustedes se pelearon con una impresora industrial?
—Más o menos —decimos al mismo tiempo.
Ella se va porque no le pagan suficiente para lidiar con gente como nosotros.
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...Ocho horas antes…...
La voz de mi madre suena por el altavoz del auto mientras manejo hacia mi nuevo apartamento.
—Mañana voy a ayudarte a desempacar, hija —dice mi madre—. Mientras tú trabajas.
—No tienes que venir mañana —repito por quinta vez, esquivando una moto que decide jugar con mi paciencia—. En serio, mamá, puedo desempacar sola. Ya bastante tienes con cuidar a mi sobrina.
—Ay, Seraphine, yo mañana estoy libre y no es molestia —responde mi mamá, con ese tono dulce que no acepta un NO por respuesta—. Además, Luisa y su esposo se quedarán con la niña como corresponde. Me la tienen malcriada, por cierto.
—¿Cómo así? —pregunto, frenando antes de atropellar un cono naranja que claramente no estaba ahí hace un segundo.
—Tu sobrina ahora quiere todo lo que pide y su padre no duda un segundo en dárselo —suspira—. El otro día la escuché decir: “Abuelita, es que papi me va a regalar una casita gigante para el jardín y que si podía quitar mis macetas”. ¡Mis plantas, Sera!
Me echo a reír.
Mi familia es un poema.
—Aparte de eso, la niña es un ángel —continúa.
El “ángel” que había metido un crayón dentro del microondas la semana pasada. Pero bueno.
—Está bien, mamá. Pero en serio, no te mates ayudándome. No quiero que termines con dolor de espalda por mi culpa.
—Por favor. El único dolor de espalda que tuve fue cuando te parí a ti, y mira, sobreviví. —Hace una pausa—. Te veo mañana a las nueve. Llevaré tamales.
—¿Tamales? ¿Para desempacar?
—¿Y si te da hambre? Tienes que comer. No te vayas a estar saltando comidas.
La lógica de mamá: nivel legendaria.
Nos despedimos y cuelgo justo cuando entro al estacionamiento subterráneo. El eco hace que mis pensamientos retumben más fuerte:
Nuevo apartamento, nuevo inicio… la misma Seraphine torpe de siempre.
Me bajo del auto y el aire húmedo me pega en la cara. Abro el maletero y veo las cajas.
—Aquí vamos de nuevo…
Agarro las dos más livianas y camino hacia el ascensor, pero al llegar veo que no funciona. Después de un rato noto el cartel que dice: “En mantenimiento”.
Genial. Está dañado. Por supuesto.
Subo las escaleras como si me estuvieran grabando para un reality de gente sufriendo, y al llegar al pasillo casi beso el piso cuando me tropiezo con el último escalón.
Entro a mi nuevo apartamento: el 52B.
Adentro hay caos. Cajas por todas partes, mi planta favorita agonizando en una esquina porque la dejé sin agua, y mi computadora sobre la mesa como un paciente esperando cirugía.
Me recojo el pelo y me arremango.
—Vamos, Seraphine. Es solo una mudanza. La número cinco en tres años. Normal. Totalmente saludable. No eres inestable. Para nada.
Coloco la PC en el escritorio y la enciendo. Mi trabajo no espera. Mañana en la noche tengo que entregar un avance para la campaña de otoño. Trabajo como diseñadora gráfica de forma remota, y solo voy a la empresa los martes y jueves.
Bendita modalidad híbrida.
Bajo al estacionamiento por más cajas.
Subo, bajo, subo, bajo.
Riego accidentalmente un poco de aceite en el pasillo y voy por un trapeador para limpiarlo.
A la tercera subida ya estoy reconsiderando mis decisiones de vida.
Saco tres cajas enormes del maletero, incluida la del set de tintas profesionales de la empresa, que costaban casi lo mismo que un riñón.
Subo jadeando al pasillo del piso, cargando esa caja que pesa como si dentro llevara ladrillos. La dejo en el suelo un segundo para estirar el cuello.
—Ok, Sera… tú puedes… —murmuro, dándome ánimos como si fuera una atleta olímpica.
Vuelvo a agarrarla con extremo cuidado.
El piso está húmedo; puedo ver el brillo del trapeado reciente. Camino a paso de tortuga hacia mi puerta, concentrada en no morir.
Hasta que…
El sonido de una puerta azotándose a mi lado hace que mi alma salga de mi cuerpo. Doy un salto digno de película de terror.
—¡AHH! —grito.
Me giro de golpe… encontrándome con él.
Mi ex.
Gabriel.
El hombre que juré no volver a ver ni en sueños.
Él me mira sorprendido.
—¡NOOO! —exclamo cuando mis pies pierden agarre.
El resbalón es inmediato. La caja sale volando de mis manos como si tuviera vida propia. Aterriza en el piso húmedo y explota como una bomba de colores.
Litros de tinta profesional salen disparados, bañando el pasillo, las paredes, y a nosotros dos.
—¡SERAPHINE, CUIDADO! —grita Gabriel.
Él intenta atraparme antes de que caiga.
Gran error.
Se resbala en el intento. Peor que yo.
—¡Agg, mi mano! —gime cuando su muñeca se dobla con un crujido espantoso.
El piso, ahora convertido en una pista de patinaje arcoíris, nos desliza varios metros como dos pingüinos torpes. Yo termino incrustada contra mi puerta. Gabriel, a mi lado, agarrándose la muñeca.
Hay tinta por todos lados.
—Dios mío… —susurro—. ¿Estás bien?
Él me mira, con una mueca de dolor.
—Sera… —resopla—. No. No estoy bien.
Me levanto torpemente, intentando no volver a caer.
—¡NOOOO! ¡MIS TINTAS! —grito.
—¿En serio te preocupan tus malditas tintas? —dice con enojo.
—¡OH POR DIOS, GABRIEL! ¡RESPIRA! ¡NO TE MUERAS! ¡NO TENGO DINERO PARA TU FUNERAL! —respondo sarcástica.
—Seraphine.
—¿Sí?
—Cállate… y llévame al hospital —se queja.
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...Presente—Hospital…...
—Bueno —digo—… pudo ser peor.
Gabriel me mira como si yo fuera un fenómeno paranormal.
—¿Peor? ¿Cómo?
—Podrías haber roto la nariz. O la tinta podría haberle explotado en la cara al dueño del edificio… o yo podría—
—¿Te estás escuchando? —dice apretándose con los dedos el puente de la nariz.
Juro que por un segundo casi sonríe.
Una sonrisa mínima y yo odio que todavía me afecte.
Me acomodo en la camilla, evitando resbalar otra vez.
—Al menos sabemos que somos vecinos —digo—. La convivencia no será aburrida.
—Eso no es positivo.
Yo me río.
—Ya rompimos el hielo. Literalmente.
Él me fulmina con la mirada.
Me pongo de pie, aún goteando tinta.
—Voy a volver a casa a limpiar mi obra maestra involuntaria.
Gabriel suspira.
—Puedo ayudarte… si quieres.
Nos quedamos mirándonos rodeados de un silencio incómodo.
Yo salgo de la habitación sin mirar atrás.
Mientras camino por el pasillo, llena de tinta, culpa y caos, pienso:
Esto debe ser lo más loco que me pueda pasar.
Pero estaba tan, tan equivocada.
Porque mi vida estaba a punto de convertirse en una completa locura. Y él… el hombre que acababa de esguinzarse por mi culpa…
iba a ser el epicentro de ese desastre.
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...💌NOTA DE LA AUTORA💌...
...¡Holaa, mis lectoras preciosas! 💋...
...Bienvenidas a “Mi vecino es mi ex” —una comedia romántica, llena de risas, payasadas de la protagonista y una que otra discusión de esos dos....
...Bueno… respiren conmigo, porque si Seraphine empieza su vida nueva así, bañada en tinta y reencontrándose con su ex de la peor manera imaginable…yo no quiero ni imaginar cómo va a terminar esto....
...¡Y apenas estamos en el primer capítulo! ...
...Gracias por leer, por reírse (espero 😂), y por entrar conmigo en esta historia que promete caos, amor, mala suerte, encuentro lindos, puertas asesinas y vecinos que uno juró no volver a ver....
...Nos vemos en el Capítulo 2, donde descubrirán por qué Sera terminará rezando el Padre Nuestro a media noche y corriendo como si su vida dependiera del ello. 👀👻...
...Los quiero mucho, gracias por su apoyo....
...¡No olviden comentar qué parte del desastre del pasillo les hizo reír más! 💕...
...Su apoyo es lo que mantiene viva esta locura romántica 💖...
...✨Yazz✨...